Julián Redondo
Cariño verdadero
Vuelve Casillas a la portería del Camp Nou 896 días después. Por los pitos y las ofensas que recibe en el Bernabéu, seguro que en territorio hostil no será peor tratado que en su casa. La semilla del mal fue sembrada a conciencia y lo que le mortifica es el fuego amigo. Resulta difícil de entender la inquina que despierta entre los seguidores de Mourinho en el coliseo blanco y alrededores; tan evidente es ese odio visceral que le acorrala, que le consume y que le hace plantearse la salida el 30 de junio, como el cariño que la afición del Atlético, sin fisuras, profesa a Fernando Torres, que se fue y volvió. A Casillas le arrojan a la cara sus fallos y los errores de sus compañeros. En más de una ocasión, Ancelotti ha salido en su defensa, lo cual le honra, y no hay que descartar que al dar la cara por él algunos le pasen factura. Al «Niño» le recompensan el mínimo esfuerzo, y es mucha su entrega juegue los minutos que juegue; a Casillas ya no le salvan ni los milagros, que, por otra parte, cada vez hace menos. Hoy frente a Iniesta, con Xavi en el banquillo y Puyol en el palco, los jugadores con los que firmó el armisticio de los clásicos, sufrirá «sólo» los envites de Messi, Neymar y las crecidas huestes de Luis Enrique; pero no las embestidas de la grada. Parece mentira, pero sólo lejos del Bernabéu consigue mantener su honor a buen recaudo. Y lo peor es que ni aunque hoy haga el partido del siglo y el Madrid gane al Barça se lo van a reconocer. Demasiados enemigos.
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