Cristina López Schlichting

Carrillo, el joven

A estas alturas de la vida comprendo casi todas las posturas. Desde el infarto del ecologista, que ve cómo un coche emite gases oscuros, hasta el sentimiento de la reina del Orgullo Gay. La juventud es un período talibán, que gracias a Dios se va diluyendo y da paso a los matices y la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Mi mundo ya no es en blanco y negro, ni yo tengo la razón. Es más, experimento una alegría llamativa cuando alguien discrepa de mis puntos de vista, porque pienso que voy a aprender algo. Verdaderamente aprecio la pluralidad y su expresión política, que se llama democracia. Tal vez por ello se me resisten las posturas excluyentes, aquellos puntos de vista que parten de la negación del otro, como las del rector Carrillo o su amigo, el decano de Geografía e Historia de la Complutense. ¿Que son ateos? Estupendo, muy interesante. ¿Que no se interesan por el cristianismo? Fenomenal. ¿Pero qué atractivo pueden tener sus propuestas si parten de erradicarnos a los católicos del espacio público? Los totalitarismos son así. El comunismo lleva necesariamente al Gulag; el fascismo, al campo de exterminio. La parte más eficaz de los regímenes del siglo pasado fue la eliminación del contrario. Luego fracasaron en crear paz o riqueza, pero exterminar, lo que se dice exterminar, lo hicieron fenomenal. Como la religión mayoritaria del campus madrileño es la católica, a nadie le extraña que haya estudiantes que recen antes de los exámenes o pidan por su rector. Lo mismo que los del 15M o Podemos se reúnen en sus sedes para intentar mejorar la sociedad. Ignoro qué ideas tiene Carrillo, pero han de ser endebles si incitan a la exclusión. A estas alturas, pretender que la limitación de los movimientos o expresiones ajenos –siempre y cuando no conculquen los derechos de nadie– pueda ser bueno para la polis, es primitivo. A los estudiantes católicos les dio por organizar una Adoración Nocturna, o sea, rezar colectivamente y en silencio, y a Carrillo le dio un ataque. Obligó a los bedeles a irrumpir en la capilla, expulsar a los universitarios y echar llave al local. No quiero ni pensar en el mal trago que debieron pasar funcionarios y estudiantes. Todo para dejar claro que hay ideas que valen y otras que no. Posturas dignas y posturas indignas. Las que valen y las dignas son las de Carrillo, por si cabía duda. De veras que no entiendo nada. Tal vez este rector sea demasiado joven como para poder pilotar algo tan libre y abierto como una Universidad.