Elecciones Generales 2016
Cenizos y estreñidos
España es así. Si no pones a todas horas cara de estreñido y se te ocurre reírte de vez en cuando, hay un montón de gente que da por supuesto que eres un superficial.
Como se te ocurra comentar que te sientes feliz, que en casa las cosas marchan estupendamente, te gustan tus hijos, no estás descontento en el trabajo y disfrutas viendo partidos de fútbol en el televisor, estás perdido.
Aquí no fallan las carreteras, ni el ferrocarril o los aeropuertos, aunque sobren la mitad. Tampoco el Deporte o la Sanidad, porque tenemos la mejor del mundo por mucho que clamen en su contra. Aquí lo que patina es el personal.
Es el nuestro un país de cenizos, envidiosos y resentidos, donde campan a sus anchas los papanatas y sin tener en cuenta el «factor humano», no se puede entender que dentro de cinco días, cuando se abran las urnas del 26-J, nos encontremos con que alrededor de 6 millones de personas han votado a esos caraduras de Podemos. Como no se podrá interpretar correctamente el apaño que Pablo Iglesias y sus compinches urdirán después, sin meter en la coctelera otro rasgo muy peculiar de la idiosincrasia nacional: el acongoje.
A pesar de nuestra rutilante y marcial Historia, no es el actual pueblo español una masa social dominada por los valientes.
Prima el listillo, el que funciona con el «por si acaso» y los del «ande yo caliente». La prueba más dolorosa, es lo que poco que ha tardado esta sociedad en olvidar a quienes se jugaron la vida o la dieron contra el terrorismo etarra y la laxitud con que digiere el blanqueamiento de sus asesinos. En el PP, donde hay más espabilados que genios, se tranquilizan a sí mismos estos días viendo que las encuestas les dan primeros y colocan al PSOE en una humillante tercera plaza. Dan por supuesto, como dieron en su momento que el populismo era flor de un día o que los que se habían ido a Ciudadanos volverían al redil popular, que a los socialistas no les quedará otra que abstenerse, porque se suicidarían políticamente si apoyaran la investidura presidencial de Iglesias.
Para empezar, que algo sea desquiciado o perjudicial, no significa que no pueda ocurrir. Segundo y más importante es que hay mucha gente cegada por los garbanzos. Y cuando llegue el momento y el de la coleta saque de la chistera la propuesta de hacer presidente a Sánchez o a un «independiente de izquierdas», serán legión los que se tiren al pastel al grito de «¡Después de mí, el Diluvio!».
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