Ángela Vallvey

Chipre

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Europa es rara. Hasta Chipre es Europa, según los capitostes de la UE. Chipre debería ser una isla, pero se ha convertido en un corral. Tendría que ser un puente entre Europa y Asia, pero es más bien una frontera cerrada: incluso tiene un tercio de su territorio ocupado por los turcos. Turquía, un país que aspira a ingresar algún día en la UE (los turcos sabrán por qué), mantiene una apropiación indebida de buena parte del territorio chipriota desde 1974. Así, de buen rollito, como para agilizar los trámites de su ingreso en la Unión Europea. Aunque esa ocupación no parece suponer ninguna molestia ni conflicto en las relaciones comerciales Turquía-UE. No sólo Turquía se ha hecho con un trozo de la pequeña Chipre, también existen en la isla dos enclaves alucinantes más: Acrotiri y Dhekelia, restos del antiguo imperio colonial británico, que ahora son bases militares del Reino Unido desde las que echar un vistazo sobre el Canal de Suez y el Oriente Medio. Los chipriotas, cuando se independizaron, quisieron cobrarles un alquiler por Acrotiri y Dhekelia a los británicos, pero éstos dejaron de pagarlo desde mediados de los años sesenta. (Por cierto: si se pusieran al día con la renta aliviarían bastante la situación actual de este pequeño país). Nosotros tenemos las «dos Españas»; en Chipre hay muchos Chipres porque la historia ha hecho con Chipre muchos experimentos. Políticamente, oscilan entre conservadores y comunistas, no son de medias tintas. Chipre es el sedimento de un choque de civilizaciones (literal) entre Grecia y Turquía, de dos maneras antagónicas de entender el mundo. Por si faltaba algo, el dinero blanqueado de la mafia rusa le ha puesto a Chipre la guinda de la excentricidad. (Como Europa siga así, acabará siendo un club bastante friki. Si no lo es ya).