Pedro Narváez
Ciegos, sordos y, aunque griten, mudos
Goya estaba sordo pero los premios que le robaron el nombre están ciegos, y aunque se hable mucho, parecen mudos, fuera de tiempo, como el protagonista de «The Artist», porque al cabo pocos hablan del título vencedor que es para lo que Berlanga parió el invento que sus colegas han convertido en su propio verdugo haciendo de ellos la escopeta nacional. Prefieren seguir a la deriva oyendo sus propios cantos de sirena. En ninguna de las grandes galas del cine la política ensombrece a la que debe ser la protagonista, la película. Por supuesto que los actores, aquí y en el mismo Hollywood, pueden decir lo que quieran, e incluso protestar con su ausencia, que no sólo se esfuman los ministros, únicamente hay que recordar a Marlon Brando, que mandó a una india a recoger su estatuilla para reivindicar la situación de los indígenas en los Estados Unidos. Pero el cine acaba imponiéndose y algunos de los filmes vencedores rentabilizan su inversión después del premio. Eso deberían ser los Goya, un examen de reválida en la taquilla para los que no aprobaron en la prueba de Selectividad de cada viernes que es cuando el espectador a las puertas de la sala elige la cinta que quiere ver. Que una pelicula nominada excelente, a decir de los críticos, como «La herida», la hayan visto apenas 13.000 espectadores, debería hacenos reflexionar sin demagogias del por qué del divorcio entre el cine español y su público. Si fuera un caso puntual lo tomaríamos como una extravagancia de la estadística pero resulta que la excepción es la norma. La única película de entre las cinco candidatas que ha rozado los 500.000 entradas vendidas es «La gran familia española». Las otras cuatro apenas suman 200.000 entre todas. Es cierta la presion del cine norteamericano, de los exhibidores, del presupuesto publicitario. Pero no sólo hay que escupir a los demás. No estaría de más un poco de flagelación en carne propia. Si las series patrias como «El tiempo entre costuras» atrapa a los españoles muy por encima de las multipremiadas «Breaking Bad», ¿por qué no sucede lo mismo con el cine? ¿Por qué nuestros directores tienen que lucirse en producciones extranjeras? Sí, la producción, y también porque galas como la de anoche insisten en sacar lustre de la calva de Wert en un aquelarre mitinero en vez de dedicar párrafos al cine que es lo que hace este periódico, tal vez el que más páginas dedique a estos estrenos de toda la prensa nacional pero al que el colectivo critica porque critica legítimamente esa actitud lamentable e hipócrita, borrega ante las antorchas de sus cabecillas. Ya decía Animalario que no entendían cómo un intelectual puede ser de derechas. Con esta conclusión de filosofía con mayúsculas les dejo. Ya está bien.
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