Toni Bolaño

Cómo salvar al PSOE entre el PP y Podemos

Han pasado 506 días desde la llegada de Susana Díaz a la presidencia de la Junta de Andalucía hasta hoy, jornada en la que ha adelantado las elecciones al 22 de marzo. Lejos queda aquel 7 de septiembre de 2013 en el que tomó posesión rodeada de sus cuatro predecesores al frente de la Junta, Manuel Chaves, José Antonio Griñán, José Rodríguez de la Borbolla y Rafael Escuredo. Fue una foto histórica porque nunca se habían juntado los cuatro. Susana Díaz lo hizo posible. La presidenta comunicó ayer a sus, hasta hoy, socios de Gobierno, que convocaba los comicios y también llamó al secretario general del PSOE. Pedro Sánchez se volcará en Andalucía porque tanto él como Díaz saben que en este movimiento estratégico los socialistas se juegan su futuro más inmediato.

La oposición ha criticado con dureza, y lo seguirá haciendo, el adelanto electoral. Acusan a la presidenta de actuar por motivos personales –los populares– y de inventarse una inestabilidad inexistente –Izquierda Unida–. Lo cierto es que a las dos formaciones el adelanto electoral les pilla con el paso cambiado. Juan Manuel Moreno Bonilla, el líder del PP, no ha cuajado como tal. De hecho, el popular perdió en Andalucía las elecciones europeas por casi 10 puntos con respecto al PSOE –35,15% frente a 25,86%–. Izquierda Unida está inmersa en una profunda crisis por la irrupción de Podemos en el escenario político y por las tensiones internas en Andalucía. Los de Pablo Iglesias han cerrado su conflicto interno cerrando filas en torno a Teresa Rodríguez –del sector crítico de Iglesias–, que se apunta como la candidata de la formación. El adelanto electoral pilla a Podemos con una débil estructura en las provincias andaluzas y metidos en algunos «charcos» como el de someter a referéndum la celebración de la Semana Santa en Sevilla, todo un ejemplo de la bisoñez de sus líderes. Teresa Rodríguez no ha perdido ripio y ha iniciado su campaña con una aportación de 5.045 euros a la Caja de Resistencia del Sindicato Andaluz de Trabajadores –que ha roto sus vínculos con Izquierda Unida– para pagar las multas a las que deben hacer frente ante la Justicia.

La desconfianza entre el PSOE e IU da el pistoletazo de salida en abril de 2014 con el enfrentamiento que se produjo por la adjudicación de viviendas del parque público en la corrala La Utopía. El pulso se cerró, pero las relaciones se vieron tocadas. Además, las relaciones entre Antonio Maíllo y Susana Díaz –es un secreto a voces–, no son buenas. La guinda la puso la asamblea de IU de realizar un referéndum en el mes de junio para valorar su continuidad o no en el Gobierno andaluz.

A este panorama estrictamente andaluz cabría añadir las variables que se dibujan en la política española. El PSOE mejora ligeramente en las encuestas pero no despega por la bipolarización entre el PP y Podemos. Necesita un revulsivo y Susana Díaz ha decidido que una victoria en Andalucía es ese revulsivo. «Es la manera de volver a poner al PSOE en la carrera para unas generales y conservar un territorio que es talismán para el socialismo español», apunta un diputado socialista. Desde hace semanas, Susana Díaz analiza la situación. Esperar a las elecciones municipales, quedarse al pairo en función de la decisión de IU de seguir o no en el Gobierno y llegar a unas generales que se antojan complicadas era casi un suicidio político para las aspiraciones del PSOE de mantenerse al frente de la Junta. Con el adelanto aumenta sus posibilidades de ganar y no sólo eso. Para un directivo de una empresa del IBEX 35, «Díaz puede ganar incluso con mayoría absoluta». Quizás esta apreciación es demasiado optimista, pero lo cierto es que con esta estrategia toma la iniciativa ante unos rivales que no pasan por su mejor momento.

El adelanto electoral también tiene influencia en otros frentes. El embarazo de la presidenta da un plus a la candidata porque la hace más humana y con menos aristas para los ciudadanos. Su amiga y miembro de la Ejecutiva del PSOE Carme Chacón obtuvo en 2008 el mejor resultado de los socialistas catalanes en unas elecciones con un embarazo de siete meses. En segundo lugar, el adelanto electoral incide directamente en los casos judiciales abiertos por la jueza Alaya. En el «caso de los ERE» se puede desactivar la cita para declarar de los ex presidentes Chaves y Griñán porque el Tribunal Supremo no tiene ninguna intención de interferir en el proceso electoral. La previsión era que ambos declararan en febrero. Con este adelanto electoral la cita será, según las previsiones, para después de las municipales. En conclusión, avanzar las elecciones desactiva uno de los focos mediáticos que temía el PSOE.

Todo lo contrario puede hacer la jueza Alaya, que dictó autos más que llamativos en otros periodos electorales. Ahora puede deparar sorpresas realizando movimientos con otros aforados, imputados en los ERE, que pueden dejar de serlo por la disolución del Parlamento. Algunas fuentes apuntan que estos aforados pueden ser designados como miembros de la Diputación Permanente para mantener su aforamiento. Asimismo, la jueza –que se resiste a aceptar su ascenso a la Audiencia– puede adoptar medidas con otros casos como el «caso Madeja», Mercasevilla o el de los cursos de formación siguiendo su tónica de hacer los autos en momentos estratégicos de la política andaluza. Susana Díaz ha abierto un melón en el que a priori tiene todas las cartas a su favor. Sin duda, su decisión es arriesgada, pero no tomarla la hubiera puesto en un laberinto de difícil salida. Adelantando elecciones, Díaz puede ganar en Andalucía y volver a poner al PSOE en la carrera de las generales. Es una jugada estratégica con repercusiones en toda España.