José María Marco
Compromiso con la nación
El eje central del primer discurso de Nochebuena de Felipe VI fue, como ayer se decía en estas mismas páginas, la vigencia constitucional de España. Felipe VI ejerció de monarca constitucional como debe hacerlo un Rey, sabiendo que encarna y representa la nación, y resaltando lo que nos une: la voluntad de seguir progresando, los valores de libertad, justicia e igualdad, los sentimientos compartidos. En este sentido, Felipe VI ha empezado a definir un estilo propio, directo y claro. La claridad de lo expuesto sobre la corrupción, la importancia que dio a la cuestión de Cataluña, la defensa de la Constitución y la insistencia en que nos unen sentimientos –es decir que somos un pueblo, por encima de particularidades siempre respetables– son hechos nuevos que hablan de un cambio que va más allá de las formas. El Rey está dispuesto a comunicarse con sus conciudadanos con un lenguaje parecido al que éstos usan. Es la mejor forma de decir que todos somos iguales... porque todos somos españoles.
En el Rey no se requiere sólo eso. También se busca, sobre todo en el discurso de Nochebuena, el amparo que el Monarca como persona y la Corona como institución deben dar a todos los españoles. Se comprende que ante los desafíos a los que se enfrenta nuestro país, el Rey haya querido demostrar que está dispuesto a comprometerse como uno más. Es una forma de invitarnos a hacerlo. También habrá de tener cuidado, a partir de ahora, para no dar la impresión de que ha pasado a formar parte del juego político. El Rey ha de saber situarse un poco por encima del resto. No porque la ley no le incumba, sino precisamente porque es su deber garantizarla y garantizar los valores de humanidad, de solidaridad y de compasión que deberían sustentar los textos legales.
El Rey lo es de todos y es en esa medida, justamente, en la que conseguirá otra de las tareas que le incumben: representar la España de hoy, pero también la de ayer, y la del futuro. La Corona encarna la continuidad de la nación y de esa continuidad no está excluido nadie. Hay un equilibrio muy complejo, que cada monarca debe construir a su manera, entre la capacidad del Rey para conectar con la opinión contemporánea y su función de representación de algo valedero siempre, extraordinariamente noble y hermoso. Felipe VI ha empezado con buen pie y de su memorable discurso de Nochebuena se deduce que sabrá encontrar la manera de formularlo.
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