César Vidal
¿Contención o finlandización?
En el curso de la Guerra Fría, Estados Unidos disfrutó del monopolio del arma nuclear durante casi un lustro y de una superioridad absoluta hasta la desaparición de la URSS. Esa ventaja fue esgrimida por algunos geoestrategas para justificar la utilización de la bomba atómica incluso en ataques preventivos que llevaran a una derrota militar de la URSS. Afortunadamente, los distintos presidentes descartaron esa posibilidad y optaron más bien por la denominada «política de contención» propugnada por George Kennan. Así, la URSS sería cercada por alianzas militares que impidieran su expansión. La política de contención funcionó aceptablemente, pero, concluida la Guerra Fría, se vio sometida a discusión. ¿Tenía sentido seguir cercando a una URSS capitidisminuida? George Bush sr. aseguró a Gorbachov que no y se comprometió a no extender la OTAN a los países del antiguo Pacto de Varsovia. Mantener aquella posición habría garantizado la seguridad del centro y del este de Europa mediante una finlandización de naciones como Polonia o Rumanía. Entre la zona OTAN y Rusia se extendería un cinturón de naciones neutrales. Sin embargo, la sensatez de Bush sr. no tardó en ser abandonada en pro de una política de agresión contra Rusia. Durante la presidencia de Yeltsin, la nación fue esquilmada hasta límites insospechados por potencias extranjeras con unos resultados humanos que se calculan en dieciséis millones de muertes ocasionadas – hambre, frío, enfermedad... – tan sólo por la manera en que se produjo el expolio. Por añadidura, como una manera de ulterior debilitación, se apoyó a grupos nacionalistas que fueron creando naciones artificiales como Ucrania. No puede sorprender que, tras semejante experiencia, Putin fuera contemplado como la salida de la crisis y como el instrumento para devolver la dignidad a un pueblo injustamente tratado. La situación en Ucrania ha devuelto a la actualidad la naturaleza de los términos en que debe discurrir la política hacia Rusia. Obama ha decidido hace muy pocos días volver a la contención. Comparada con las tesis de los que pretendían intervenir en Ucrania, su posición es hasta moderada. Sin embargo, la carrera de armamentos que puede derivar de la reedición de esa doctrina nunca ha sido una garantía de paz y, por otro lado, no puede pretenderse que se considere un acto amistoso el emplazamiento de misiles que apuntan a una nación. Estados Unidos, que sufrió la experiencia cubana, debería saberlo mejor que nadie. Por ello, habría que plantearse si la solución no pasa más por una finlandización de la zona en lugar de por una nueva contención.
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