Alfonso Ussía

Continente y contenido

Seamos precipitados y exigentes en lo improbable. Un amigo de mi juventud, Manolo Melgar, gran aficionado al «turf», seguía con pasión las carreras de caballos cuando participaban cuadrúpedos del conde de Villapadierna. Recuerdo una recta final. Diecisiete caballos, de los cuales diez podían resultar vencedores. El último, descolgado, casi al trote, se llamaba «Fulgor» y el «Jockey» llevaba la chaquetilla rayada verdeamarilla del elegante conde. Pero Melgar era muy exigente, y se desgañitaba: –¡Hala «Fulgor»! ¡Vamos «Fulgor»! ¡Venga, venga, venga «Fulgor!»–. Le exigió demasiado a «Fulgor», que llegó el último pocos segundos antes de que se iniciara la siguiente carrera. Para mí, que Raúl Castro es lo más parecido a «Fulgor».

No se esfuerza. Hasta el momento, todo han sido buenas palabras y el apretón de manos con el ingenuo Obama, pero no ha correspondido a la confianza del espigado Presidente de los Estados Unidos. Ni un gesto de apertura, ni un movimiento hacia la libertad. No obstante, el bondadoso Barak confía en que el «diálogo con La Habana beneficie al continente». Me figuro que se refiere al continente americano. A eso se le llama poner barreras innecesarias. La recuperación de las libertades en Cuba no sólo benefician al continente, sino al mundo libre. Y por otra parte, más que el beneficio del continente, Obama tendría que exigir el del contenido. El contenido lo conforman los cubanos que viven y sufren la tiranía comunista de la dinastía Castro, ya muy alejada de la romántica «Revolución».

Esa diferencia entre el continente y el contenido la dominan las compañías de Seguros y Reaseguros. El continente es lo de fuera y el contenido lo de dentro, según determina el nivel de riesgo de la póliza. Todo va bien mientras nada sucede. Si hay suceso, el contenido se convierte en continente y el continente en contenido, juego malabar que garantiza el negocio. A Obama, según parece, el contenido de Cuba no le merece excesivo respeto, y no exige mejoras inmediatas, gestos de buena voluntad y tímidas aperturas de esperanza que beneficien a millones de seres humanos hartos de la miseria, la mordaza y la amenaza permanente.

El continente no tiene sentimientos. El contenido son millones de sentimientos y sueños reunidos. Raúl Castro no está triturando al continente, sino al contenido, y Obama está en otras cosas, protagonizando una peligrosa despedida de su poder sobre un mundo –continentes y contenidos–, cuya seguridad y futuro no han mejorado durante su estancia en la Casa Blanca. «Comprendo que en Israel estén preocupados con nuestros acuerdos con Irán». Al menos, es comprensivo.

A uno, personalmente, lo que satisfaga o no al continente americano se la refanfinfla. Me preocupan los presos políticos, el hambre y la miseria, el desencanto, la tristeza, la lucha de los disidentes y el futuro de quienes arriesgan su libertad en beneficio de la libertad y los derechos humanos de sus compatriotas. Me preocupa que Rosa María Payá aparezca una madrugada muerta en una cuneta del continente, con su contenido callado para siempre. Y como ella, las Damas de Blanco, los perseguidos, los que sufren tortura, los que callan por la seguridad de sus familias, los que ven surgir de la inmensidad del mar un bosque de barrotes y suciedad infranqueable.

El contenido, Obama, el contenido. Al Continente que le vayan dando. Quizá sea precipitado exigir a Castro un primer paso hacia la libertad. Pero en este caso la precipitación es un deber. Una cosa es el desbocado galope, y otra muy diferente la irreductible parsimonia de quien sabe que no va a mover ni un dedo para cumplir su compromiso.

La gente, Obama. Lo importante es el pueblo cubano. El contenido encarcelado.