Restringido

Corrupciones

La cercanía de las urnas hace que la corrupción que afecta a miembros de los partidos políticos se convierta en el argumento principal de la campaña en que estamos inmersos. En esto se dispara estos días a bulto y a mansalva. Se confunden las corrupciones con las corruptelas, las sospechas con los delitos, las acusaciones con las sentencias. Todo vale. Ciertamente la financiación ilegal, fuente de corrupción, afecta de lleno a todos los principales partidos; pero se observa una especial inquina, que sobrepasa los motivos comprobados para dicha inquina, que los ha habido, contra el partido del Gobierno. Cualquier sospecha se transforma en dinamita. Cayo Lara, por ejemplo, el líder comunista ya amortizado, no tiene empacho en acusar al presidente Rajoy de ser el «señor X» de la corrupción. Como dice Montaigne, «nadie está libre de decir sandeces; lo grave es decirlas enfáticamente». Esta campaña desaforada, que se desarrolla a lo bestia en las redes sociales y en los círculos de la ceja y la coleta, encuentra aliento en la prensa socialista, que ha abandonado ya cualquier apariencia de objetividad y neutralidad política y se ha arremangado en la faena. Entre unos y otros se está creando, por intereses electoralistas y ansias de poder, un clima maloliente, una espiral que corrompe a la opinión pública, seguramente la peor de las corrupciones. De nada sirve que un juez nada sospechoso de connivencia con el actual Gobierno como Fernando Grande-Marlaska, presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, declare que «España no es un país de corruptos, sino uno donde se investiga». Lleva razón. Casi toda la porquería que está aflorando ahora viene de atrás, cuando, como dice Cervantes en «Persiles y Segismunda», los malos ministros de la Justicia se hacían a una con los delincuentes «para que todos coman». Es un hecho objetivo e incuestionable que, desde la Transición, el Estado de Derecho, la libre actuación de la Justicia, el caiga quien caiga, no había brillado tanto en España como con el actual Gobierno, que, sin embargo, aparece hoy cornudo y apaleado, tirado en medio de la calle. La realidad es que por fin se está haciendo limpieza, aunque las opiniones que se difunden sobre la corrupción nos corrompan más que la corrupción misma.