Cristina López Schlichting
Cosa de todos
«¿Con iva o sin iva, señora? Mire que si le pongo el iva, le sube la factura». Debo de ser la única a la que el fontanero, albañil o electricista preguntan estas cosas. También la única que sabe que hay contabilidad «B» en la papelería, el negocio de alquiler de coches o la consulta. España entera se rasga las vestiduras por los posibles cobros y pagos en negro, como si no hubiesen estado generalizados. Ignoro si los partidos lo han practicado, pero yo he presenciado pagos en sobres desde mi juventud. Las empresas abonaban una parte en «A» y otra parte sin declarar a Hacienda. Y a la gente no sólo no le parecía mal, es que lo justificaba diciendo que «los políticos despilfarran y roban, así que hay que defenderse». Siempre he oído chistes sobre Hacienda y hasta conocí curas que justificaban defraudar al erario público. Así que ahora no nos hagamos los locos. Los médicos y abogados que levantan la voz al cielo, han cobrado minutas en negro. Los sindicalistas que se llevan las manos a la cabeza han montado cursos de formación de empleo perfectamente inútiles y firmado partes de asistencia de quien jamás acudió a ellos. Los pobres han hecho chapuzas en negro y los ricos se han llevado la pasta a Suiza. Cada uno, según sus posibilidades. Hay que parar todo esto, pero lo tenemos que hacer entre todos. Sin ánimo de disculpar responsabilidades, cuando Manuel Chaves concede a su hija una subvención millonaria hace lo mismo, a otra escala, que quien enchufa al vástago inútil de un amigo anteponiéndolo a un candidato meritorio. Cuando Bono amasa un patrimonio inmobiliario sorprendente, participa de la orgía urbanística de muchos. Quien cobra comisiones a los empresarios, se llame Pujol o Bárcenas, amplifica lo que otros hacen pasando dietas excesivas a sus empresas, pagando «astillas» en los juzgados o cobrando gastos inexistentes. Concedamos que en España se trinca porque la riqueza está considerada por encima de la honradez. Se miente porque los resultados son más importantes que la verdad. Se roba a la mujer del prójimo porque el placer es más deseado que el respeto. Construir otra España exige un esfuerzo de cada uno. Que los periodistas gritemos menos y amemos más la verdad. Que los empresarios hagan cuentas honradas y repartan con justicia. Que los obreros trabajen más y que los funcionarios dejen de fingir enfermedades inexistentes. Que la tele rebaje el nivel de basura. En definitiva, que empiece a estilarse la honestidad en vez de la sinvergonzonería.
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