Alfonso Ussía
Cosas del balón
No es necesario que me recuerden que la Selección española de fútbol es la campeona del Mundo y de Europa. Lo llevo con mucho orgullo y honra. Pero de un tiempo a esta parte, nada hay más aburrido –excepto un desayuno con Solbes–, que un partido de nuestra Selección. Impera la melancolía. Se intenta imponer el fútbol del «Barça», que ha envejecido. Y algunos periodistas entusiastas piden para España respeto y amnistías reglamentarias. Ganar con trampa está mal. Perder con trampa es de cenutrios. Contra Sudáfrica, España hizo siete cambios cuando lo reglamentado en este tipo de partidos tostones es un tope de seis. Creo que la Federación Española de Fútbol ha exprimido en exceso el limón y no queda ni una gota de zumo. Algo hay de intocables derechos vitalicios sagrados. Futbolistas que son reservas en sus clubes participan en la Selección por los logros alcanzados cuatro años atrás. Cuentan con la amistad cariñosa y profunda de la mayoría de los comentaristas deportivos, que al referirse a ellos adquieren en su voz emocionados tonos de madres. Las victorias, los grandes triunfos en el deporte, se celebran y se mantienen en el mejor rincón de la memoria de los aficionados, y en el caso de la Selección española con su Campeonato del Mundo, de muchos españoles que nada entienden de fútbol pero festejaron a sus representantes. Pero el honor no es vitalicio. Cambian los tiempos y las circunstancias. Di Stéfano es el Presidente de Honor del Real Madrid, pero no puede ser alineado por razones de edad. Cuando terminó su etapa de jugador, abruptamente distanciado de Bernabéu y Muñoz, nadie consideró que había sido víctima de una falta de respeto. El malvado calendario. Los periodistas de hoy pretenden que los vencedores en el Mundial de Sudáfrica resten para siempre de titulares de la Selección. «¡Respeto y no odio!» clamaba un veterano periodista deportivo. Nadie odia a un futbolista porque pierda facultades. El tiempo pasa para todos, y el poder de influencia se debilita a medida que el turno vital le alcanza.España va de bolos, y queda mal en los bolos. No es serio competir con Guinea Ecuatorial y pasarlas canutas. No es serio disputar un partido en el punto más lejano contra una selección de segundo nivel y perder haciendo trampas. Se hace caja, pero se pierde prestigio. Los futbolistas están en sus campeonatos de Liga y sus diferentes copas de Europa y América, y no centrados en sus selecciones para brillar en partidos amistosos. Otro asunto es el caso de las selecciones que se jugaban todo por estar en el Mundial, y mención aparte merece la asombrosa actuación del mejor futbolista del mundo en la actualidad, que es un portugués del Real Madrid nacido en la isla de Madeira. Ése, al que una bellísima periodista llamó «egoísta» en cierta ocasión por su manera de jugar al fútbol, que es una manera grandiosa. Lo que está haciendo España es perder el crédito. Porque aburre, no porque pierda. El tiquitaca de las narices, que también era aburrido cuando se ganaba todo, pero los triunfos moderaban el sopor. Las grandes selecciones tienen que emocionar, no calcular tanto. Futbol, el de Portugal contra Suecia, o el de Francia contra Ucrania. Lo nuestro fue síntesis de una explotación mal culminada. Los partidos amistosos son un coñazo, de nada sirven, a nadie –excepto a la Federación– benefician y suponen un riesgo. Tiempo habrá a partir de mayo para hacer equipo y al equipo. Y de jugar bien. Y de elegir a los mejores, no a los poseedores del carné de seleccionados con derechos vitalicios.
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