Cuento de Navidad

Todo lo que sea ayudar a la familia, bienvenido sea. A la familia y a los individuos que la conforman. Bien es cierto que bastaría con que se cumplieran y se respetaran los derechos recogidos tantos en la Constitución como en la propia declaración de Derechos Humanos, pero se ve que algunos necesitan tenerlo escrito en más de un documento.

Lo que sucede es que la experiencia nos dice que las cosas terminan de otra manera a como se transcriben en un borrador: ni las ayudas llegan, ni los organismos e instituciones que deben posibilitar esa asistencia lo hacen. Y no sé hasta qué punto se tienen que aprobar nuevas medidas de ayuda y defensa cuando éstas ya existen en muy diferentes leyes, nacionales y autonómicas, y su cumplimiento brilla por su ausencia. Conciliación familiar, apoyo a la maternidad, ayuda a familias desprotegidas... todo eso ya existe sobre el papel, lo que necesitamos es verlo en las calles, en los hogares, en los lugares de trabajo, en los centros de salud, en los colegios. Recuerden lo que costó poner en marcha un plan contra la pobreza infantil por muy bonito que se recogiera por escrito. La teoría la controlan muy bien, pero les falla la práctica y eso es lo realmente importante. Mucho se dijo sobre lo que se haría y se ayudaría con leyes como la Ley de la Dependencia y la Ley contra la Violencia de Género, y en la práctica, nada de nada. Por falta de medios materiales, económicos o de personal cualificado pero la realidad es que todo quedó en papel mojado. Como cuento de Navidad, nos vale. Pero estaría mejor convertirlo en realidad.