Restringido

De jarrones chinos...

La Razón
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Hay demasiadas cosas que no me gustan de la política estadounidense. No creo en un modelo en que los partidos políticos prácticamente sólo existen cuando hay elecciones y, por tanto, son meras oficinas electorales. Tampoco comparto su modelo de financiación.

Cuando los partidos no se financian con fondos públicos dejan de servir al interés general para servir al interés de sus financiadores privados. Gobiernan para los «lobbies» que deciden muchas políticas sectoriales, ya sean energéticas, farmacéuticas o constructoras. Precisamente, uno de los problemas de la financiación ilegal es la devolución de favores a los financiadores cuando se alcanza el gobierno. En EE UU es legal, pero igual de poco ético.

En general, no me gusta un sistema demasiado personalista como el que tienen, pero reconozco que hay algunas cosas que hacen bien y que deberíamos aprender; por ejemplo, el papel que deben ocupar los ex presidentes.

A George Bush le preguntaban en una entrevista que concedió hace poco sobre su escasa presencia pública y respondió: «Estoy fuera de la política. La única manera con la que puedo generar noticias es o bien criticando al presidente, algo que no quiero hacer, criticando a mi partido o entrometiéndome en un tema delicado».

La verdad, no puedo estar más de acuerdo con quien no estuve de acuerdo en casi nada. El presidente Felipe González ha afirmado varias veces que un ex presidente es como un jarrón chino que no puedes tirar porque tiene valor, pero no sabes bien dónde colocarlo para que no moleste.

En España, la figura del «jarrón chino» no deja de generar polémicas con demasiada frecuencia. Hace unos días irrumpió el presidente Aznar con unas declaraciones críticas con la dirección del Partido Popular a cuento de los resultados en las elecciones catalanas, que no han dejado impasible a nadie dentro de su formación política.

No es la primera vez que afea al presidente Rajoy y tampoco es el único. El presidente González suele caer en la misma tentación. Recuerden cuando en víspera de las elecciones generales públicamente reprochó al presidente José Luis Rodríguez Zapatero no tener, a su juicio, proyecto político, o en los últimos días, la controversia sobre sus «no declaraciones» sobre la nacionalidad de Cataluña en una entrevista concedida al director del periódico la Vanguardia.

El jarrón chino no lo ve así. Todo el día expuesto sin un cometido claro alimenta su deseo de llamar la atención y, cuando intenta ocupar un lugar discreto como José Luis Rodríguez Zapatero, que es el jarrón menos chino de todos los ex presidentes, recibe menos precios y ataques desde el fuego amigo.

Hay otra modalidad de jarrones chinos, mucho más exóticos, yo diría que importados de contrabando, y que si sus propietarios pudiesen los guardarían en un sótano a oscuras para que nadie los viese. Estoy seguro de que a Convergencia Democrática de Cataluña le encantaría esconder al señor Pujol, aunque quizá dentro de poco se encuentre con un jarrón chino más en sus estanterías: el señor Mas.

También es verdad que quien no tenga un jarrón chino en su vida se puede decir que aún no es nadie en política. Ciudadanos todavía no ha llegado a ese grado de «madurez» política, aunque estoy seguro de que va a dar la batalla por adornar sus estantes que se encuentran demasiado vacíos para enseñárselos a nadie.

Y Podemos, siempre alternativos, sólo cuenta con el señor Monedero, al que no le puede otorgar ese rango porque en realidad no ha llegado a ser absolutamente nada, aunque también empiezan a incordiar sus declaraciones y consejos y en esa línea terminará siendo un jarroncito si no chino, comprado en el chino.

En realidad, no haber diseñado un ámbito institucional propio de los ex presidentes seguirá generando todo un elenco de desperdicio político y de quebraderos de cabeza.

Los norteamericanos esto lo han solucionado muy bien. Cuando un presidente deja de serlo pasa a formar parte del activo del Estado, no de su partido, y se le suele encargar misiones de país, la mayoría de carácter internacional. Se crea una fundación que él mismo dirige, la mayoría suele dedicarse a tareas humanitarias o a investigaciones del ámbito sociológico y político.

Algunos, como el presidente Jimmy Carter, llegan a ser considerados mejores ex que presidentes en su día. De hecho, su valoración se ha duplicado desde que dejó la Casa Blanca en 1981, además de haber recibido el Nobel de la Paz.

O un país como España entiende que sus primeros ministros pasan a formar parte del acervo democrático de la nación, o se ponen al servicio del Estado, o se buscan canales para revertir a la sociedad ese potencial político o se estará haciendo un flaco favor a la democracia, además de estar generando polémicas que dañan a todos en el día a día.