Francisco Marhuenda
De la España de Juan Carlos I a la de Felipe VI
El 20 de noviembre de 1975 murió el general Francisco Franco y comenzó el reinado de Juan Carlos I. España había sido durante los largos años de la dictadura un reino sin Rey con una arquitectura institucional que otorgaba el poder al Jefe del Estado y las instituciones del régimen estaban a su servicio. Era un sistema autoritario que había evolucionado durante décadas dotándose de unas leyes fundamentales que conformaban la «constitución» de la Dictadura. Desde la breve Junta de Defensa Nacional, presidida por el general Miguel Cabanellas, que habían formado los golpistas el 24 de julio de 1936 tras el fracaso del golpe de Estado del 18 de julio, el régimen sufrió una profunda evolución. Franco asumió todo el poder militar el 21 de septiembre de 1936 y pocos días después, el 29 de septiembre, se promulgaba el decreto de la Junta de Defensa Nacional, firmado por Cabanellas, por el que Franco fue nombrado jefe del Gobierno del Estado español y generalísimo de los Ejércitos. Franco asumió todos los poderes del Estado y los mantuvo hasta el final de sus días. Don Juan Carlos llegó a una España donde vivió un clima de clara hostilidad contra él y contra su padre, aunque también con el apoyo de los sectores que querían la restauración de la Monarquía. El propio tratamiento como Príncipe de España era un subterfugio para no reconocerlo como Príncipe de Asturias. No hay que olvidar que era el título que le correspondía como heredero del Conde de Barcelona. No era infante de España porque lo fue sólo hasta la abdicación de Alfonso XIII.
Don Juan Carlos salió de Lisboa el 8 de noviembre de 1948 con dirección a Madrid para comenzar su formación bajo la supervisión de Franco tras el acuerdo alcanzado entre su padre y el dictador en su entrevista el 25 de agosto a bordo del «Azor» en la bahía de Vizcaya. Don Juan no tenía otra alternativa que transigir para lograr la restauración de la Monarquía y la democracia tras constatar el fracaso de su política de presión sobre Franco. En 1955 comenzó su formación en la Academia Militar de Zaragoza y siempre estaría muy unido a los Ejércitos. En caso de no haber sido Rey, su vocación hubiera sido ser marino o piloto. Hasta 1975 tuvo que navegar en el complejo escenario de un régimen donde existían elementos hostiles a su persona e incluso maniobras para que su primo Alfonso de Borbón Dampierre, que estaba excluido de la sucesión, pudiera ser rey. En cualquier caso, Franco no tuvo otra idea que restablecer la Monarquía dentro de la legítima línea sucesoria. Don Juan Carlos tuvo claro que sería el sucesor cuando regresó de su viaje de bodas y Franco decidió que viviera en La Zarzuela. A pesar de ello, tuvo que actuar siempre con enorme prudencia y utilizar su olfato político para perfilar lo que luego sería la Transición. Por ello tuvo que mostrarse muy reservado y no despertar sospechas en un régimen autoritario en el que los sectores más reaccionarios no querían una monarquía constitucional.
Tras cuarenta años de reinado, Don Juan Carlos deja la Jefatura del Estado en unas condiciones muy distintas y con una Monarquía que concita la aceptación mayoritaria de una sociedad que no contempla la opción republicana. La experiencia republicana en España ha sido muy desafortunada, aunque algunos pretendan idealizarla. La Historia no puede ser analizada desde el sectarismo o el desconocimiento. La obra de Don Juan Carlos es de una enorme relevancia histórica, que merece el reconocimiento de todos, incluso de los republicanos más recalcitrantes.
Don Felipe será dentro de pocos días Felipe VI y se abre un nuevo periodo donde ejercerá las funciones que la Constitución otorga a la Jefatura del Estado, que no tienen el carácter de poder ejecutivo que tuvieron sus antecesores, incluso su padre durante el comienzo de la Transición, pero que son muy importantes en una Monarquía parlamentaria. No le corresponde hacer frente a los problemas que afronta la sociedad española en terrenos como el paro o la crisis provocada por el independentismo catalán. No es su papel constitucional, pero sí puede desarrollar una actividad que favorezca acuerdos y puntos de encuentro. La estabilidad y continuidad en la Jefatura del Estado, al margen de las legítimas discrepancias entre los partidos políticos, es otro factor clave en la actividad que deberá desarrollar. La proyección internacional, en la que tiene una amplia experiencia, es otra línea de actuación muy importante para España.
✕
Accede a tu cuenta para comentar