Política

Alfonso Merlos

Decepción y rencor

Decepción y rencor
Decepción y rencorlarazon

Nadie ha atacado su honor ni su fama ni su dignidad ni su buen nombre. Y si lo ha hecho, el señor Blanco ha estado durante larguísimos meses en su perfecto y legítimo derecho de ejercer acciones legales. Nadie ha esparcido tampoco infundios, o sea, mentiras y falsedades como noticias presuntamente ciertas. No es así.

Digámoslo con claridad. Hasta en su reacción a una magnífica resolución para sus intereses, el genio de Palas de Rei ha demostrado ser un hombre equivocado. Porque no hay justicia sin verdad ni verdad sin justicia. Y si precisamente el otrora cerebro gris del zapaterismo ha llegado hasta aquí ha sido porque existían indicios razonables sobre la comisión de un delito, nada más y nada menos que el de tráfico de influencias.

Blanco no ha sido víctima de nada, salvo de sus propios comportamientos y actitudes y acciones, algunas de las cuales resultan dificilísimas de explicar. Nadie debe pedirle perdón porque no ha sido acosado ni maltratado, sino simplemente sometido a un proceso judicial con más ventajas (por ser aforado) que cualquier españolito de infantería que se hubiese visto en similares circunstancias.

Precisamente por todo ello no se entiende su declaración ahora rencorosa, ni su orgullo herido. Es decepcionante, en extremo, que en España sigan proliferando políticos de diminuto fuste que, como este errante ciudadano de Galicia, no entiendan que la democracia es rendición de cuentas, control, escrutinio, vigilancia, marcaje. Y que no puede ni debe haber excepciones. ¿O sí?