Ely del Valle
Defraudando, que es gerundio
El ministro de Hacienda quiere hacer pública la lista de los mayores defraudadores del país. No es mala idea. En Reino Unido ya lo hacen y además incluyen foto del chorizo. La cuestión está ahora en saber cómo se define el término: ¿quién es un defraudador de peso, el que escamotea una determinada cantidad de dinero o el que sin llegar a grandes cifras lo hace de manera habitual? ¿El que roba al fisco a la chita callando o el que primero esconde la mano y después se acoge a la amnistía fiscal? ¿El que ha sacado el dinero en maletines del país o el que debe millones por no pagar las retenciones del IRPF? ¿El que cobra en negro o el que monta un entramado empresarial, lícito pero éticamente reprobable, para pagar menos?
El problema de este país es que tenemos defraudadores para todos los gustos, porque lo de que «Hacienda somos todos», como eslogan, ha sido un rotundo fracaso. Ya lo dijo en su día una ministra del PSOE: el dinero público no es de nadie. Y en esa cultura es en la que vivimos inmersos. En cualquier otro país, pagar las cuentas sin IVA, aunque sea de una bombilla, te estigmatiza de por vida. Aquí, no. Aquí, durante años, al listillo se le reían las gracias y se le daba una palmadita en la espalda, y a los que dejaban de cotizar en las cuentas comunes se les llenaba la boca abogando por lo público sin que nadie se atreviera a sacarles los colores. Lo de la lista es una iniciativa más, pero lo interesante sería que a quienes aparezcan en ellas, además de obligarlos a devolver todo lo que se han llevado, se les impusiese un multazo que les saltase los empastes. En definitiva, menos literatura y más garrote y tentetieso.
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