César Vidal

Dejad a los muertos...

Me llega la noticia de que el PSOE, más indigente en términos intelectuales y políticos que nunca, ha decidido presentar una propuesta para que exhumen del Valle de los Caídos los restos mortales de Franco. A diferencia de María Teresa Fernández de la Vega cuyo padre fue condecorado por Girón de Velasco y jerarca de los sindicatos verticales, de Rubalcaba cuyo padre combatió en el Ejército nacional y siguió diciendo que era de Falange, de Bermejo cuyo padre era la figura del Movimiento provincial, y de tantos otros, yo nunca tuve relación alguna con el pasado régimen. No sólo eso. Al revés que millones de españoles, nunca he sentido el menor aprecio por Franco. Juicios históricos aparte, mi tío abuelo Ramón pagó con la cárcel el haberse entrenado como piloto en la URSS y salió de allí para fallecer del corazón al poco tiempo. Mi abuelo paterno lo perdió prácticamente todo en la guerra y, seguramente, no lo fusilaron porque escondió, casi con certeza a instancias de mi abuela, a algunos sacerdotes en el sótano de la casa. A mi padre lo expulsaron de unas oposiciones porque, preguntado por el tipo de régimen que había en España, respondió que era una dictadura y no una regencia como pretendía el falangista de turno. Yo mismo me libré de ir a la cárcel porque el Caudillo se murió en noviembre de 1975. Si lo hubiera hecho en enero de 1976, la Transición me habría pillado en un castillo militar. Y sin embargo... y sin embargo, nunca he sentido un odio visceral por lo que sucedió ni me ha reconcomido el rencor ni he tenido una necesidad imperiosa de distanciarme de aquello quizá porque nunca había estado próximo como otros que ahora pueblan las filas del PSOE y de los nacionalismos catalán y vasco. Por eso, el intento de exhumar a Franco me parece una parida propia de un partido que hace años que perdió el rumbo convertido en «la PSOE», es decir, en una colocación de empleo para incapaces que ha causado daños indecibles a España. Quizá, en lugar de seguir agitando el espantajo de una guerra civil cuyo estallido debió no poco al PSOE, los socialistas deberían recordar aquella frase pronunciada por Felipe González durante la Transición afirmando que no tenía sentido derribar las estatuas de Franco muerto cuando no se había podido causar su derrocamiento en vida. Yo me quedo con aquellas de Jesús que afirman que hay dejar que los muertos entierren a sus muertos.