José María Marco

Del cinismo a la negociación

Entre los servicios clausurados por la administración Obama a consecuencia del «cierre» del gobierno están los monumentos a los caídos en Vietnam y en la Segunda Guerra Mundial. Hay quien dice que colocar vallas para cerrar el acceso a estos monumentos ha costado más que mantenerlos abiertos. Algo parecido debió de pensar un grupo de veteranos y sus familias, que el pasado domingo decidió saltarse las vallas y acercarse, como tenían previsto, a recordar a sus muertos. Si somos capaces de abstraer los 800.000 empleados públicos directamente afectados por el «cierre», éste vale sobre todo como síntoma de la incapacidad de llegar a un acuerdo entre los demócratas y los republicanos. La mentalidad europea tiende a poner el acento en la responsabilidad de los republicanos, y más en particular del Tea Party, ese grupo de radicales que parecen haber escogido una estrategia suicida. Está bien, pero conviene recordar que el partido de Obama perdió las últimas elecciones legislativas y que sacar adelante un programa de gobierno requiere primero tener mayoría en las cámaras. De otro modo hay que negociar, como hizo Clinton. Es una de esas minucias que cierta mentalidad, proclive a la izquierda, olvida cuando le conviene. ¿Qué diríamos de un presidente republicano que intentara sacar adelante su programa sin contar con el Congreso?

Por ahora, el choque tiene difícil solución. La polarización de la vida política norteamericana, que enfrenta a dos posiciones extremas, la de los restos del Tea Party y la de los demócratas obamitas, se resolverá de forma provisional. Seguirán por tanto los arreglos parciales y transitorios, como lleva ocurriendo desde hace muchos años. El diseño institucional convierte a Estados Unidos en un país ingobernable a menos que exista la voluntad de negociar y llegar a alguna clase de acuerdo consensuado. El sistema norteamericano requiere una mentalidad de centro, en apariencia descartada ahora mismo. Todo se reduce a una batalla cínica por la imagen y, según las encuestas, la peor parte se la están llevando los republicanos.

Sin embargo, Obama está lejos de haber ganado el enfrentamiento ideológico y político. Los republicanos están consiguiendo reducir el déficit, y la sociedad norteamericana no parece tan amablemente dispuesta a dejarse pastorear como la opinión pública de la Europa socialista, y por tanto arruinada. Es posible que el experimento Obama, que quiso cambiar el país, haya tropezado con una resistencia superior a lo esperado. Lo deseable sería que pronto se empezaran a escuchar las voces de los moderados de uno y otro partido.