Julián Redondo
Demasiado arroz
La Liga de Campeones lastró tanto al Celta que se despeñó. La Real Sociedad también acusó la exigencia de la máxima competición europea y vio las orejas al lobo. No descendió a Segunda, como les sucedió a los gallegos, y sólo cuando se liberó del candado continental remontó en la Liga. Muy a su pesar, el Athletic se encuentra en trance similar; la plantilla es corta, Ander Herrera vive en Manchester y a los cachorros de Lezama todavía no les ha crecido la melena.
Valverde es un entrenador extraordinario, pero al equipo le falta fuerza porque la plantilla es corta y los recambios escasos. Hay carencias en todas las líneas y la baja por lesión de Aduriz, 33 años, es trascendental porque no tiene repuesto. Faltan hombres y energía; así es complicado competir en un fútbol tan físico como el actual; porque cuando el oxígeno tarda en llegar al cerebro las piernas no corren y los reflejos se apagan. Si con todas esas trabas se alía el once esencial del Madrid, el Bernabéu de gala, Cristiano, como si no le doliera el tendón de Aquiles, Bale, enchufado, y Benzema, inspirado, resulta difícil, imposible, luchar contra todos esos imponderables.
Porque el Athletic es garra, velocidad, fútbol de choque cuando es preciso, un dolor de muelas, un incordio; pero sólo si está completo, equilibrado, sólido de pies a cabeza, liberado de esfuerzos que eviten arrojar a Balenziaga a los leones, transformado en un lateral pasivo que no puede con Bale, a quien apoya Carvajal, mientras Muniain o Ibai padecen su misma enfermedad: cansancio. Y así no se puede jugar contra el Madrid cuando el Madrid, desde Ramos a la «BBC», combina a la velocidad del rayo y no se descuida en los córners. Demasiado arroz para un cachorro anémico.
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