Alfonso Merlos
Desenfreno y desacato
Darían positivo en un control de alcoholemia. Sin duda. Perderían al instante todos los puntos del carné de conducir. Seguro. Porque tal y como se las gastan están demostrando que lo suyo es hacer las cosas al revés, retorcer la Ley, pasársela por el arco del triunfo, pegarle todos cuantos revolcones sea menester. Y así, deben saber todos cuantos conforman el sedicioso Gobierno de Cataluña, en democracia no se va muy lejos.
El colmo de los colmos es que apenas se anuncia en Consejo de Ministros una reforma –que no es de un calado precisamente espectacular–, los delirantes políticos separatistas saltan como panteras desde Barcelona asegurando que no va con ellos: entregándose al desacato, buscando la provocación, recurriendo a explicaciones peregrinas, más propias de quejicas o de cretinos que de servidores públicos que se visten por los pies.
¿Qué pasa, que cuando los conductores catalanes paran en los semáforos las puertas de los coches se descuelgan y acaban en el suelo? ¿De dónde sale ese argumento ridículo que presenta al parque móvil de esa región de España como un montón de chatarra al borde del desguace? ¿Ya vale todo para desafiar al Estado de Derecho? ¿También que estos caraduras del nacionalismo presenten a su tierra al más puro estilo tercermundista? ¿No les queda ni un microgramo de decoro a quienes se drogan con la estampa de la estelada?
Esto no es ir por libre. Esto no es simplemente ir sin frenos dispuesto a estrellarse en cualquier curva. Esta actitud es propia de quienes han decidido destruir la convivencia, enmarañar todo, abrazar formas autoritarias y totalitarias. Lo de menos es que lo hagan a través de comportamientos bufonescos. Lo de más es que hay que pararles. Y los vamos a parar.
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