Ángela Vallvey

Desnudas

La Razón
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En 1975, la revista «Playboy» vendía cinco millones y medio de ejemplares. Hoy, apenas edita ochocientos mil. Su gancho siempre fue el desnudo de la mujer, las fotos de jóvenes en cueros. Hasta ahora, pues en vista de que las imágenes de mujeres sin ropa están por todas partes, dicen en «Playboy» que ellos ya no tienen nada que aportar. Cierto, la figura de la mujer como objeto sexual se puede ver por doquier. Es sorprendente que la época dorada de «Playboy» coincidiese con esos años en que la mujer se estaba, supuestamente, «liberando». Cuanto más se «liberaban» las mujeres, más demanda había de mozas desvestidas como meros objetos –que no sujetos– del mercadeo sexual. En «Playboy» eran unos expertos en envolver la mercancía de la señorita sexy en lo que ellos mismos llamaban «buen gusto», expresión que equivalía, en general, a usar servicios de peluquería y maquillaje en el monte de Venus de la «playmate» del mes. Sí: la mujer enseñada con picardía, desplegada en un póster. Tendida en el imaginario varonil. Siempre dispuesta al sexo. Dedicada a la profesión del deseo. Descoyuntada en posturas tan imposibles como, incluso, ridículas, para ilustrar fotografías que terminaban decorando la cabina de un camión o la oficina de un taller de reparaciones. Intentando transmitir la idea, a la mente del varón anhelante, de una burda seducción a través del desnudo...

John Stuart Mill (1806-1873) escribió en los años 60 del siglo XIX un precioso librito titulado «El sometimiento de la mujer», pero desde entonces, todavía muchas personas (de ambos sexos) piensan que, cuando se deja a las mujeres «ser libres», parece que sólo quieran enseñar sus glándulas mamarias y mover el trasero.

Ahora, «Playboy» quiere ser como Instagram. Su tiempo ha pasado. Ofrecer imágenes de chicas estupendas en pelotas es algo que puede hacer cualquiera con un smartphone y un programa de fotos con suficientes filtros como para disimular la celulitis de un sofá de capitoné. Y una sospecha que quizás las mujeres no nos hayamos emancipado todavía mucho más que Helen Taylor, la hijastra sufragista de John Stuart Mill.

Mientras leo que «Playboy» ya no se dedicará a enseñar pubis femeninos, sino a competir con blogueras escotadas en las redes sociales, pienso que, de todas formas, no hay nada más hermoso que la experiencia de poder ser una mujer independiente y vivir como tal en un mundo libre. Aunque sólo sea en apariencia.