Alfonso Ussía

Día memo

Hoy es sábado, víspera de elecciones, jornada de reflexión. Una memez de jornada, que se toman muy en serio los partidos políticos. El día de reflexion es como el ejecutivo agresivo o la mujer cultivada. Cuando pienso en el ejecutivo agresivo me figuro a un individuo joven, bien vestido y acorbatado arreando mandobles a sus subordinados. Cuando lo hago en la mujer cultivada me la imagino con las orejas rebosadas de nabos, lechugas y zanahorias. Tomo por imagen el día de reflexión y aparece en mi figuración una multitud de hogares con todos sus inquilinos sentados en el suelo y meditando en silencio. El día de reflexión pre-electoral es tan falso y absurdo como el piquete informativo sindical. Hoy, todos los convocados a una huelga no precisan ser informados, y los piquetes son meros grupos de coacción, violencia y amenaza. Hoy, todos los electores saben a quién desean votar, y no necesitan reflexionar para nada.

No obstante, como ciudadano obediente y civilizado, he convocado a toda mi familia con el fin de reflexionar. Ninguno de los componentes de mi clan familiar ha acudido a mi convocatoria. Se excusan con torpeza. No se atreven a decirme que lo de reflexionar en familia es un tostón. En vista de ello me he tomado la molestia de proceder a mi reflexión en soledad. Al minuto de estar reflexionando he abandonado la profunda meditación. Salgo a la calle. Nadie reflexiona. Aceras abarrotadas, atascos en la circulación, los comercios vivos y los bares repletos. ¿ Para qué vestir la mona de seda? Hasta ahí mi reflexión. Que le den a la mona.

En las sociedades civilizadas, y la nuestra lo es todavía, se aceptan con normalidad excesivas memeces. El día de reflexión es tan majadero como el día del sorteo de lotería de Navidad. Ese informativo común en todas las cadenas en el que recuerdan a millones de apostantes que El Gordo ha caído en Villaesponjosa, atenta contra la paciencia de la ciudadanía. Entrevista al alcalde de Villaesponjosa, a los vendedores del número premiado y a los agraciados, que son poquísimos comparados con los que han gastado su dinero y no les ha tocado nada. Y por la noche, lo mismo de lo mismo, como si en el mundo y en España nada hubiera pasado exceptuando que el Gordo ha caído en Villaesponjosa. Un día que no tiene sentido ni razón de ser.

Hoy, sábado, día de reflexión, todos los informativos nos van a recordar que es el día de reflexión. Me gustaría conocer a los reflexivos que cambian su voto durante el día de reflexión.

No conozco a nadie que, a un día de las elecciones, se mantenga en la indecisión. Tiene que resultar interesante conocer y tratar a gentes tan dubitativas. Aquí somos, como en todas partes, muy de derechas, de derechas, de izquierdas o muy de izquierdas. Y nada queda pendiente de reflexionar y decidir. Por otra parte, hay muchos tramposos que no respetan el día de reflexión, y hacen muy bien. Después de una larga y agotadora campaña electoral, después de besar a miles de niños a los que no van a volver a besar en la vida, después de abrazar a esa gente tan rarísima que llena los actos electorales –y cuyo voto está perfectamente reflexionado de acuerdo a los actos del partido a los que acude–, después de soportar mensajes y promesas que no se van a cumplir, porque el cumplimiento es imposible, ¿para qué el silencio?, ¿para qué reflexionar? Votar es muy importante, pero no más que elegir una película o un lugar de veraneo. No se precisa de una profunda reflexión. Se sabe, se va y se vota. Y que Dios nos coja confesados.