Ángela Vallvey

Diana

La Razón
La RazónLa Razón

Diana Quer tenía 18 años preciosos, espléndidos. La mirada segura, de diosa adolescente. Y un pelo tan largo y brillante como debería haber sido su vida si un asqueroso (no presunto) violador y asesino no se la hubiese arrebatado. Pero, durante meses, se dijeron ciertas cosas «off the record» sobre su «caso»; muchas no se contaban de manera directa en los medios, aunque sí impregnaban la información hasta ensuciarla de un modo tan sutil como perverso. Circulaban bulos intolerables sobre Diana y su familia. Era joven, guapa, rica, de Madrid, con padres separados... Carne de cañón mediático para alimentar el morbo informativo. La muerte o desaparición violenta y misteriosa de una adolescente hermosa es un gancho «narrativo» que funciona siempre, desde la Antigüedad, como bien saben los escritores de novelas policiacas. También sirve en los medios de comunicación para atraer audiencia. Este siniestro suceso me hace reflexionar sobre el aterrador proceso que se produce cada vez con más frecuencia e intensidad en asesinatos similares: está claro que el crimen mancilla y deshonra a las víctimas mucho más que a los culpables. Sobre todo, cuando las víctimas son mujeres. Una mancha de sospechosa fealdad cubre a esas desaparecidas, violadas, asesinadas..., que no solamente son dañadas irreparablemente por el criminal, sino que después reciben una montaña de ignominia y degradación por una parte de la opinión pública, que se alimenta de sus historias con voracidad y no cuida de su dignidad ni su memoria. Así, mujeres como Diana, con su inocencia, belleza y libertad truncadas, se ven además salpicadas por la bajeza de quien se permite juzgarlas. No hay justicia para ellas, porque, de otro lado, la ley española, lastrada por convenciones (muchas provienen de la UE) en ocasiones no consigue superar importantes obstáculos judiciales en investigaciones sobre casos desgarradores como éste. De este modo no puede extrañar que algunos ciudadanos sospechen que, verbigracia, la reforma de plazos que establece la Ley de Enjuiciamiento Criminal esté hecha pensando en agilizar, cuando no en prescribir, casos de corrupción política o terrorismo, más que en proteger a los inocentes (con la consiguiente, e inquietante, sensación de indefensión ciudadana)... Asimismo, muertes atroces como la de Diana logran que los padres adviertan a sus jóvenes hijas: «¡Tened cuidado!». Y es que la violencia contra las mujeres está atenazando su libertad y haciendo que se sientan cada vez más inseguras por las calles. Al contrario que los asesinos.