Cástor Díaz Barrado
Dilema en Ucrania
La situación se está volviendo cada vez más complicada y difícil en Ucrania. Las protestas, en los últimos días, no cesan y existe una amenaza seria de que la situación llegue a ser incontrolable y que se agrave. Nada peor que crear un estado de inestabilidad que genere la violencia en este país que se debate entre un alma europea y sus estrechas relaciones con Rusia. La población está profundamente dividida y nada hace presagiar una solución a corto plazo. El resultado de las negociaciones del presidente Víctor Yanukovich con la Unión Europea podría haber sido un detonante de las revueltas que vive el país que han conducido a un panorama convulso. Ahora que en algunos sectores de países de la Unión Europea ponen en duda el proceso de construcción europea y que se llega a abogar por la ruptura en el seno de la Unión, los manifestantes ucranianos, al menos en sus inicios, piden un acercamiento a Europa y a su proceso de integración. De alguna manera, Ucrania refleja, en estos momentos, los dos modelos que van a definir Europa en los próximos años: un número significativo de estados vinculados y comprometidos con la Unión Europea y otros países en el marco de una unión aduanera y comercial con Rusia. El futuro más inmediato que se avecina, sin embargo, es una Europa unida sin Rusia. Pero las demandas de la oposición ucraniana no deberían desembocar, en modo alguno, en actos de violencia, porque el futuro de Europa hace tiempo que aprendimos que sólo era posible en un marco de paz y de estabilidad. Deberían articularse mecanismos para que los ucranianos resuelvan el dilema que, desde hace tiempo, les abruma. No se puede convertir el deseo de pertenecer a la Unión Europea en otra cosa distinta, y menos aún en reivindicaciones que no estén en línea con los principios democráticos. La posición de la Unión Europea seguramente será prudente, pero, también, debería ser activa a la hora de defender el resultado que surja de la utilización de procedimientos democráticos y transparentes. La sociedad ucraniana no ha sabido, todavía, buscar una solución a las demandas que se hicieron en la Revolución Naranja y los problemas parece que se agravan. Quizá lo primero es que los ucranianos pongan fin a los males internos que aquejan a este país y, después, con serenidad, que decidan su futuro en el seno o fuera de la Unión Europea. Primero, consolidar la democracia y, siempre, la utilización de métodos puramente democráticos.
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