José María Marco
Dinero y vocación política
Un diputado cobra en España 2.813 euros al mes, lo que tal vez no dará para muchas alegrías, como dice Esther L. Palomera en su excelente reportaje publicado en estas páginas, pero sí que da para vivir. En español antiguo, es un sueldo mensual de casi medio millón de pesetas. Además, esos 2.813 euros son el sueldo mínimo del diputado raso, que no se acaba ahí porque cualquiera de ellos tiene ciertos gastos pagados, entre ellos el transporte. Se recordará que el salario medio bruto en España ronda, aproximadamente, los 20.000 euros (unos 1.700 al mes), y es con esa cifra con la que conviene establecer comparaciones, no con otros sistemas de tradiciones muy distintas a la nuestra.
Antes se hablaba poco del dinero que ingresan los servidores públicos. Ahora se hace abiertamente, cada vez con más detalle y, en general, con conclusiones nada halagüeñas para los afectados. Sin duda que en esta actitud hay demagogia y populismo, pero también hay que tener en cuenta otros hechos. Uno es la crisis, que ha vuelto a poner de relieve lo que andaba olvidado, como es la relación del dinero con el esfuerzo y la necesidad de volver a ajustar el gasto a los ingresos. Otro, derivado del anterior, es la inflación política, la percepción de que el exceso de política y de gasto político, el tamaño de los estados y los gobiernos, se han convertido en un obstáculo, uno de los más importantes, para la recuperación.
Por eso mismo los servidores públicos están puestos en una tesitura muy difícil: la de tener que sacar adelante una reforma que debería ir reduciendo el poder del que han disfrutado hasta aquí. En su dimensión actual, ese poder es insostenible. Por eso la austeridad personal nunca será bastante y si algo puede ayudar a tomar las muchas y muy difíciles decisiones que aún quedan por tomar, será el hecho comprobable de que la vida pública no es el espacio de la buena vida, sino el de un proyecto al servicio a los demás, ejemplar en el sentido limitado, pero fundamental, de no subordinar lo público a la vida personal. Es posible que los servidores públicos españoles no se consideren muy bien pagados, pero no es así como lo ven sus conciudadanos. Si los primeros tienen ambición política de verdad, de la que hoy es más necesaria que nunca, también ellos deben comprender el esfuerzo que les está siendo requerido.
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