Julián Redondo
Don Andrés
El 13 de febrero de 1993 peleó el Atlético en el Camp Nou. En el rincón azulgrana, Cruyff; en el rojiblanco, Pastoriza. Resultado del combate, 1-1, goles de Koeman y Luis García. ¿El partido?, una de Stallone, Norris, Segal, Van Damme y Statham, comparado con el Barça-Espanyol de Copa, imagen distorsionada de Christopher Plummer, Julie Andrews y la Familia Von Trapp de no mediar el alevoso pisotón de Pau López a Messi. Pastoriza sembró el campo de minas y apostó por la leña aunque no mediara el balón; los atléticos arrearon de lo lindo y desquiciaron a los anfitriones. Cayeron en todas las trampas y en cada provocación. Pajares Paz expulsó a Koeman, Bakero y Amor, también a Vizcaíno. Amonestó a Zubi, Ferrer, Guardiola, Ferreira, Donato y Luis García. Y no llegó la sangre al Llobregat.
Galca optó por el modo Couto consciente de las limitaciones técnicas de su equipo, sin asumir la literalidad de las prédicas de Costinha: «Del cuello para abajo, todo es balón». Pero el fútbol se enredó, más allá de las patadas, con desafíos y los desahogos de la zona mixta, donde Piqué comparece atolondrado. Cada día tiene menos gracia y sólo una ventaja de tres goles en el marcador le infunde valor para faltar al periquismo. Hacer el ganso resulta sencillo; lo difícil es imitar a Iniesta, imposible dentro del rectángulo y complicado fuera de él porque don Andrés es un señor.
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