José Antonio Álvarez Gundín
Doña Letizia lo tiene peor
Felipe VI no lo tendrá fácil, pero la Reina Letizia lo tendrá peor. Digámoslo sin rodeos: la están esperando con el cuchillo de la envidia entre los dientes y será sometida a un implacable marcaje que no ahorrará bajezas ni mentiras. Ella posee el temple del acero, pero necesitará la flexibilidad del bambú para sobrellevar el asedio. También habrá de ganarse el cariño de mucha más gente, en especial de las mujeres, entre las que no abundan precisamente las admiradoras, ni siquiera las indulgentes. Así como por Don Felipe sienten las españolas una rendida admiración, a la joven Reina le hacen mohínes y le regatean la legitimidad de origen, como si circulara por sus venas la sangre inadecuada para sostener una corona. Lo que no saben todavía es que desde el jueves se la está ganando a pulso y con acierto.
Aunque a efectos constitucionales lo que importa es el Rey, mientras que la figura de la Reina es accesoria, en la pareja reposa el crédito, la imagen y la estabilidad emocional que hacen fuerte a la institución. La Corona brilla más cercana si el matrimonio real camina parejo y no ofrece motivos de reproche, de modo que en el espejo de su ejemplaridad pueda mirarse cualquier familia. A ellos se les exigirá mucho más, sobre todo a Doña Letizia, cuya capacidad de sacrificio será sometida a prueba. Ha demostrado sobradamente sus cualidades como madre y su sentido de la responsabilidad. Es seria, meticulosa y perfeccionista. Pero, seamos sinceros, no es suficiente. Falta la empatía, esa complicidad sentimental que en la sociedad de la telegenia es de obligada conquista para salir airoso en los sondeos. Hay diversas formas de alcanzarla, una de ellas es la que ha llevado a Doña Sofía a ser la figura real más valorada. Quienes no estiman a Doña Letizia, las que pronuncian su nombre con la «c» de cicatería y de cenicienta, suelen contraponerla a la figura de su suegra, comparación que rematan con la coletilla: «Debería aprender de ella». Por supuesto, la Reina madre ha sido intachable en el desempeño público y su ejemplo puede ser inspirador. Pero son dos personalidades de temperamento y formación muy distintos, además de pertenecer a generaciones alejadas entre sí. Y corren ahora tiempos más broncos y menos respetuosos con la Familia Real, de fuego graneado una vez levantada la veda contra la Monarquía. No, Doña Letizia tendrá que encontrar como Reina su propia senda y forjar su propio carisma. No le falta el talento ni le escasea la voluntad. Así que desde su espíritu de independencia habrá de construir una vida de servicio a la institución y a los españoles. En caso de duda le bastará saber que la gente no exige una Reina perfecta, sólo quiere a alguien que se deje querer.
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