Iñaki Zaragüeta
Dormirse en los laureles
El argumento contra Podemos no puede ser tan caduco como el de Feijóo. Comprobaremos hoy si la formación que por ahora lidera Pablo Iglesias sabe salir con orden de su asambleísmo y convence a sus heterogéneas bases de que una cosa es predicar y otra dar trigo, como pregona el refranero popular. Ése es el primer objetivo ante el escenario que se les presenta, un reparto fracturado y con posturas distantes de los objetivos del fundador quien, como cualquier hijo de vecino, quiere blindar la organización a su imagen y semejanza. A nada que acompañe el éxito congresual –así será con seguridad– PP y PSOE, también el resto de partidos, no deberían dormirse en los laureles y despreciar a Podemos. Menos aún esperar que los votantes reaccionen a sus mensajes caducos y totalmente desconectados de las inquietudes de la mayoría de ciudadanos, de los que multitud están pasándolas canutas y el resto viviendo peor que hace siete años. Me refiero a mensajes tan vacíos como el que oía al presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, a quien no sé por qué se le pregunta más por asuntos de política nacional que por los de su región, que afirmó el pasado viernes que no se podía confiar en los dirigentes de Podemos porque nunca han gestionado un euro público. No puede haber una tesis más baladí. ¿Cuántos euros públicos había gestionado Felipe González al llegar al Congreso y a la presidencia del Gobierno? ¿Y José Luis Rodríguez Zapatero? ¿Cuántos José María Aznar cuando ganó en Castilla-León? Pongo tres ejemplos, pero la lista es bastante más extensa.
Las razones para sospechar de un gobierno de izquierdas, marxista, chavecista o castrista, hay que buscarlas por otros derroteros si realmente los dos grandes partidos no quieren ser desalojados torrencialmente del poder y sus aledaños. No olviden que la peña está muy cabreada con ellos. Así es la vida.
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