José Ramón Pin Arboledas
Eficacia y tranquilidad
Pedirle a un ministro de Hacienda y Administraciones Publicas que caiga simpático es una «contradictio in terminis». Difícil tener mucho afecto por quién cobra el alquiler o pone multas. Aunque se pueda comprender su papel. Lo que hay que demandarle es eficacia. Cuando un político acepta este puesto, sabe que no va a generar oleadas de entusiasmo. Más aún si, como lo hizo Montoro, toma posesión con la caja exhausta, sin visos de recuperación y con los números mentirosos.
El ministro Montoro ha sido eficaz. Las cuentas del Estado se van enderezando. Bien porque los gastos disminuyeron, bien porque los ingresos aumentan al crecer la economía. Se puede argumentar que la reducción de gastos podría haberse hecho en mayor medida y que la disminución de la prima de riesgo ha favorecido el encaje. Ambas son verdades, pero los críticos saben que reducir gastos en un Estado en el que Educación y Sanidad son un peso importante no es fácil y desde un punto de vista social ni siquiera deseable. Podía haberse apretado más a las autonomías, ha habido austeridad, pero menos de la que se predica por la oposición y en su justa medida. Es verdad que el servicio de la deuda, los intereses, han dado un respiro; en parte por la política de expansión monetaria del BCE, pero también porque la confianza del Estado español ha crecido por la política económica del Gobierno.
Respecto a los ingresos se puede argumentar que hubiera sido preferible incrementar el IVA en lugar del IRPF en el primer momento. Pero ahí las promesas electorales mandaron. El trabajo de Montoro en enderezar las cuentas no fue fácil; no lo hubiera sido para nadie. Por otra parte los ingresos por descubrimiento del fraude han tenido un empuje importante; es labor de los inspectores, pero este Ministerio se lo ha dejado hacer.
Por otra parte, nunca se ha ponderado suficientemente la creación de instrumentos como el FLA (Fondo de Liquidez Autonómica) o los créditos a las administraciones locales y autonómicas para pagar a proveedores. Han sido operaciones financieras que tranquilizaron al país. Muchos acreedores de las administraciones públicas pudieron cobrar gracias a ello. Sin estos mecanismos la debacle hubiera sido enorme. Hasta la Generalidad de Cataluña, la gran plañidera, debe reconocer que gracias a ellos puede pagar sus funcionarios.
Sí, la Hacienda de Montoro puede que no caiga muy simpática, pero ha sido eficaz y dado tranquilidad.
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