Lucas Haurie

El AVE de Susana Díaz

La Razón
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Sucedió hace dos lunes. La ejecutiva federal del PSOE se reunía después de la segunda sesión de investidura y Pedro Sánchez, el secretario general socialista, sorprendió a más de un asistente por su discurso. En sus palabras pareció que el resultado de la investidura, las dos derrotas consecutivas de Mariano Rajoy en el Congreso de los Diputados que debió ir mascando en más de una velada, volvía a concederle la oportunidad de intentar formar Gobierno. Como si nada hubiera ocurrido en las elecciones del 26-J, Sánchez se sintió con esa legitimidad, incluso con los cien mil votos y los cinco escaños menos entre unas elecciones y otras.Aquel mismo lunes, mientras en la calle Ferraz había alguno de los presentes que se llevó las manos a la cabeza, en la calle San Vicente, sede del PSOE andaluz, Susana Díaz se llevaba las manos al bolso. Como el secretario general federal, ese mismo día la secretaria general andaluza también había convocado a su ejecutiva, con la que estrenó reunión de la temporada. Dicho y hecho. Tan pronto como había

conocido las intenciones de Sánchez, Susana Díaz pronunció el esperado esta boca es mía.Aquel lunes, Susana Díaz viajó rauda a Madrid. Ni en el partido ni en el grupo parlamentario ni en la Junta están para señalarse con declaraciones. A lo que más se atrevieron ayer las fuentes fue a contestar con monosílabos y bisílabos. La historia consiste en que la presidenta viajó a la capital acompañada por Máximo Díaz, arquitecto, fontanero y paño de lágrimas particular, con la intención de sondear lo insondable, adivinar lo innombrable. Que Pedro Sánchez pretenda convertirse en presidente del Gobierno con el apoyo de Podemos y de los nacionalistas no supone un disparate, sería el acabóse.Para el PSOE-A, la celebración de unas terceras elecciones sería una señora tomadura de pelo. A Susana Díaz le abochorna la sola idea de pensarlo. Por eso, una abstención suficiente que favorezca un Gobierno del PP se revela como la única salida factible, pero con una válvula de escape que desatascara el tapón de la militancia: la dimisión de Mariano Rajoy como candidato, la cabeza del Bautista para Salomé. Claro que, en el fondo, la dimisión de presidente en funciones vendría acompañada de la retirada de Pedro Sánchez. En esta semana que hoy concluye, los acontecimientos han continuado imparables al ritmo normal de septiembre. Tras un periodo de dos meses de disciplinado silencio, Susana Díaz volvió a pronunciarse para repetir lo que ha venido defendiendo desde el primer día. A 85 diputados en el Congreso no pueden corresponderle más que la bancada de la oposición. Por eso, el coro de insignes que han mostrado su respaldo a la dirigente sevillana por sus palabras en los últimos días la ha hecho tomar más decisiones. ¿Y cómo ha respondido Díaz? Regresando de viaje a Madrid. Lo hizo el miércoles. Pero nadie dice saber nada de su objeto.La verdadera batalla, la que siempre queda por venir, se desarrollará en el Comité Federal del partido, aún sin fecha de convocatoria. El dilema será de nuevo si permitir un Gobierno en minoría al PP o si lanzarse a por el control del Ejecutivo con la aquiescencia de Podemos, PNV y la antigua Convergència, echado del todo al monte del independentismo, aunque lo que se barrunta sea que desatascar la situación pasa por el ineludible paso atrás de Rajoy y Sánchez, quienes se han revelado incapaces de formar Gobierno en un año. Estas tarantelas de Susana Díaz, sus idas y venidas a y desde la capital, contienen un recetario de avances para el país. Así lo ha dejado entrever en sus últimas comparecencias. Quiero ayudar al país, ha dicho. Y, aunque haya sido en Mariano Rajoy donde se haya situado la diana, en el sector crítico socialista se apuesta igualmente por la marcha de Pedro Sánchez. Es una simple cuestión de talla.