Alfonso Merlos
El cansino
Vuelve con el raca-raca habitual. Por el que generosamente le untan la cartera. Con el que sistemáticamente ofende y humilla a las víctimas del terrorismo. El amigo Currin. Una estrella de la mediación, estrellada y en ruta circular hacia la nada. No es que esté más visto que el tebeo. Es que no sale de sus embustes y sus sofismas. Y sus provocaciones. ¡Infatigable! ¡Hasta desternillante en sus fantochadas y sus proclamas!
Pero en el fondo es un escándalo que este personaje asegure que deben otorgarse todo tipo de beneficios a los etarras excarcelados, aun sin pedir perdón a los familiares de los asesinados, aun sin manifestar arrepentimiento público por sus crímenes. O sea, don Brian, que el Estado que ha sido vapuleado durante décadas por estos verdugos tiene que poner la otra mejilla, debe ser generoso, y si hace falta, pagar otra ronda o ponerle a estos canallas un pisito en Benidorm.
Pero, sin embargo, estos vástagos de Satanás pueden abandonar pasado mañana la cárcel orgullosos de sus heroicidades porque ésa es la manera en la que han de «construir la paz». Y si hace falta, hasta los demócratas les hacemos un pasillo de honor. ¿Nos ha tomado por estúpidos este vividor? ¿Todavía pretende que el personal se trague que es un árbitro neutral y no un asesor comprado por la peña de Josu Ternera?
Ciertamente este icono de la resolución de conflictos podría perderse. Es un tipo cansino, dañino. Para insinuar que España viola los derechos humanos por su trato a los pistoleros de ETA, o que la política de dispersión es un instrumento vil y demodé, váyase usted a una herriko taberna. O busque el calor de los amigos de Podemos. Igual ellos le entienden.
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