José Antonio Álvarez Gundín

El cine heroico

Tantos años de la manita de Paulov, que era acercarse un ministro y rompían a salivar ante la expectativa de un suculento hueso subvencionado, explican los alaridos de desconsuelo en la gala de los Goya por la ausencia de Wert. No hay que reprochárselo a las buenas gentes del cine. Peor habría sido que se hubiera presentado Montoro de improviso, detalle que en justicia deberían agradecer a Rajoy. Vamos a ver, a una fiesta gremial hay que ir llorados de casa, dispuestos a pasárselo bien y dejar los sablazos para el día siguiente, una vez repuestos de la resaca. Lamentarse por no contar con el adorno de un ministro es de paletos, tan ridículo como si Billy Crystal hubiera llamado a Obama «presidente de la incultura» por no enviar a su secretario de Estado de Cultura a los Oscar. Ni la Academia de Hollywood está para esas chuminadas ni Obama puede mandar un secretario de Estado de Cultura porque no lo tiene. Allí lo que se pide al Gobierno es que no estorbe, aquí que intervenga como la Virgen de Lourdes; allí conciben el cine como un gran negocio basado en el talento, aquí «como un acto heroico», que resiste numantinamente la estulticia de los espectadores. Dentro de poco será la ceremonia de los Oscar. Una de las pelis favoritas, «El lobo de Wall Street», lleva recaudado en España casi 9 millones de euros en tres semanas ; la ganadora de los Goya, «Vivir es fácil con los ojos cerrados», recaudó 687.000 euros en tres meses. Tal vez la película de David Trueba sea más sugestiva, pero ni Wert ni el PP tienen la culpa de que no haya sacado ni para pagar el catering. Y lo que es más importante: ni Wert ni Rajoy podrán salvar, por mucho que quieran, un cine ajeno a la sociedad que le rodea. Han abusado tanto del mitin oportunista que han hecho de la alfombra roja una vulgar pasarela de protestas.