Francisco Marhuenda
El comienzo de la campaña electoral
La legislatura está agotada, aunque se aprueben las últimas normas y las Cortes no cierren todavía sus puertas. En los últimos días hemos visto los primeros actos. Este domingo se hizo la proclamación formal de Pedro Sánchez como candidato a la presidencia del Gobierno del PSOE tras una exitosa convocatoria de primarias en las que sus rivales no consiguieron los avales. Lo sucedido me reafirma en la convicción de que las primarias es la enésima muestra del provincianismo español, que no comparto, por el que se «importa» lo que hacen otros países, en este caso Estados Unidos, porque suena muy bien. Me gusta este modelo y también el británico, que son distintos, pero siempre que lo cojamos en su totalidad. La izquierda española, tanto política como mediática, se ha creído que esto de la política es como ir a un supermercado y escoger los productos sólo en función del envase sin importar el contenido. En el fervor renovador suenan muy bien las primarias como medida de regeneración, pero en el PSOE se ha demostrado que tienen un recorrido muy escaso. Es verdad que vivimos en un mundo tan mediático que lo único importante son las formas y el fondo importa menos. Los candidatos han de tener buena planta, comunicar bien y caer en gracia. En cualquier momento se presentarán actores y actrices, porque son los más enrollados, e incluso los presentadores, tertulianos o protagonistas de los realities porque son los más populares. He de reconocer que me gusta otro tipo de política y que este fervor por los jóvenes a cualquier precio y el desinterés por las trayectorias académicas y profesionales me desagrada. Hay un absoluto desinterés por la experiencia. Pablo Iglesias ya está en campaña y no necesita ser proclamado candidato, porque es el hiperlíder de Podemos. Los críticos están entretenidos en autonomías y municipios, pero además es evidente que es la mejor opción con diferencia para la izquierda antisistema que sueña con la conquista de La Moncloa. Por su parte, Albert Rivera ha abandonado el sueño de presidir la Generalitat de Cataluña porque el resultado del 24-M le ha catapultado definitivamente a la política nacional. No ha querido hacer el doblete y ha cedido la candidatura catalana a Inés Arrimadas, aunque tendrá que pasar por el trámite formal e irrelevante de unas primarias. Rivera tampoco necesita primarias y asistiremos al lógico proceso de exaltación de otro hiperliderazgo porque no tiene ningún rival. Es tan razonable como merecido. Ha sabido jugar muy bien los tiempos y no se quiso presentar en 2011 para no cosechar un fracaso. En cambio, ahora cuenta con la simpatía de una parte del electorado y un discurso pegadizo porque no se ha desgastado. Es una situación perfecta que se ha visto favorecida con su apoyo a Díaz en Andalucía y a Cifuentes en Madrid. Finalmente, Rajoy ha optado por asumir todo el poder en el partido y el Gobierno. Fue un excelente director de campaña en todas las elecciones que ganó Aznar (1994, 1995, 1996 y 2000), ha completado los cambios en el PP y ahora cubrirá el hueco de Wert en el Gobierno con escaso interés.
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