Fernando Rayón

El efecto Wert

La Razón
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El efecto «Werther» surgió a partir de la novela de Goethe, en la que el protagonista sufría por amor hasta el punto de terminar quitándose la vida. Muchos jóvenes de la época –la novela fue publicada en 1774– decidieron imitar al personaje y las autoridades de varios países decidieron retirar y prohibir aquel libro. Algo ha padecido de estos males el ministro peor valorado por los españoles: desde el principio hasta el final. Casi como una tragedia griega, o mejor –para no levantar suspicacias– de opereta vienesa.

El pasado jueves, el Consejo General de Procuradores entregaba sus premios anuales. Uno de ellos, el de la tolerancia, recayó en el deporte español y, en su nombre, lo iba a recibir el ministro de Educación, Cultura y Deporte. A las nueve de la noche comenzó la velada en un conocido restaurante madrileño con la presencia de José Ignacio Wert, que saludaba a los asistentes sin conocer aún lo que iba a suceder. Y es que la llamada le llegó en aquel lugar. La secretaria de Estado de Comunicación le transmitía que a las diez de la noche una breve nota iba a comunicar su sustitución por Íñigo Méndez de Vigo. Así las cosas, el futuro ex ministro desapareció del evento, y una de las deportistas asistentes recogió el premio.

Un colega me advirtió del error de Rajoy, al anunciar la noticia el mismo día en que el Supremo imputaba, entre otros, a Chaves y Griñán. No tengo ninguna duda de que así lo quiso el presidente. Quería esconder la mini crisis de Gobierno forzada por la inminente boda de Wert. Y es que los amores de un ministro y los desamores de la opinión pública han desencadenado el efecto: una salida casi a escondidas que tampoco se merecía José Ignacio Wert.