Desahucio
El entierro de un general
Augusto Conde, en “Recuerdos de un diplomático” relata que, a primeros de siglo XX, había en Madrid un escritor tan pagado de sí mismo y con tanto afán de protagonismo que se decía de él que su ideal para un domingo era “por la mañana, celebrar la misa pontifical en San Francisco el Grande, por la tarde, lidiar seis miuras él solito y en la plaza de las Ventas, por la noche, cantar como tenor en el Real y morirse de madrugada para que le hicieran al día siguiente un entierro de general con mando en plaza”.
En ocasiones, el afán de protagonismo de la Sra. Colau raya el ridículo. No es fácil hacerse con una imagen pública. Lo primero necesariamente es lo que los especialistas denominan tener un alto grado de conocimiento, es decir, que la gente sepa quién eres. Esto se puede lograr protagonizando algún programa del corazón tras mantener algún affair con un famoso, cosa que en principio podría invalidarte para la política, o intentando tener presencia en las televisiones y en el resto de medios de comunicación, para lo que es necesario contar con algunas plataformas de apoyo.
Si perteneces a un partido político y es necesaria tu proyección por razones electorales o de otro tipo, es la organización la que diseña todo un plan de trabajo para aumentar el grado de conocimiento. Sin embargo, hay algunos casos en los que la imagen se ha forjado sin partido alguno. Es el caso del Sr. Iglesias que, como analista político, se ganó un espacio que luego aprovechó para convertirse en el líder del brazo político del 15M.
Pero, en otras ocasiones, se utilizan otras estructuras no partidarias, como hizo la Sra. Colau con la Plataforma anti desahucio (PAH). Con un discurso populista y bajo promesa de no participar nunca en política, acaparó la imagen del movimiento para después hacer lo contrario de lo que había comprometido, convirtiéndose en alcaldesa de Barcelona. Rompió bruscamente relaciones con la PAH, pero no varió un ápice su estrategia de mantener presencia constante en la actualidad política hasta convertirlo en una obsesión. No hay debate público que se produzca en el que no irrumpa la Sra. alcaldesa y, a ser posible, con alguna vivencia en primera persona.
La última ha sido el conflicto que ha generado con la Universidad de Barcelona. Pueden imaginarse que el asunto de las dimisiones, imputaciones y cuestionamientos a partir de los Másteres, doctorados y carreras enteras aprobadas en unos pocos meses haya sido algo irresistible para la Sra. Colau y que mejor cosa que contar su experiencia de cómo “alguien de la empresa privada” le propuso “acabar fácilmente” dos asignaturas que le faltaban de la carrera. Tiene todos los ingredientes para el morbo: universidad, tan cuestionada en estos días, empresarios, además podemos imaginar que pertenecía al sector bancario y que tenía como objetivo que dejase su eficaz lucha activista contra los desahucios y, desde luego, la Sra. Colau, adalid de la honradez.
Sin embargo, últimamente la Sra. Colau es una incomprendida. Nadie la felicita, sino que la universidad le ha pedido explicaciones, teniendo esta que disculparse. Quizá los que la acusan de egocentrismo son injustos y no haya sido otro brote de mediopatía porque, en realidad, lo que ella quería era convertir la necesidad en virtud y decirnos a todos que tener la carrera sin terminar responde a un acto de honestidad por no dejarse comprar.
Sin embargo, alguien debería aconsejar a la Sra. Colau que lo que realmente debería hacer es terminar las dos asignaturas, como hacen cientos de miles de españoles.
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