Alfonso Ussía

El eterno heredero

Ha cumplido 65 años. Me cae bien. Por aquí he leído que no es inteligente, pero de tonto no tiene un pelo. Los arquitectos con pretensiones no le perdonan. «En un gran número de nosotros se ha desarrollado la sensación de que los arquitectos diseñan y proyectan casas para la aprobación de sus compañeros arquitectos y críticos, no para los inquilinos». Protestaron con iracundia los arquitectos ingleses. Y algunos artistas cuando inauguró una exposición vanguardista: «Es fácil distinguir el arte moderno. Si cuelga en la pared, es una pintura. Si se puede caminar a su alrededor, es una escultura». Carlos de Inglaterra es el heredero sin prisa. Ha asumido que su entierro lo presidirá su madre, la Reina Isabel, y ese convencimiento le concede un plus de elegancia ilimitada. Para los que respetamos profundamente la excelencia en el vestir, es el más elegante. Nunca falla. A nuestro Rey, que es también persona de elegancia supina, le muerden de cuando en cuando los zapatos, habitualmente en verano. El hombre más elegante de España, el que ha heredado el trono del buen gusto del conde de Teba, es el también conde de Llobregat. Soy su amigo desde hace cincuenta años, y ni un desajuste en ese medio siglo. La vulgaridad estima que la perfección indumentaria es una frivolidad. Ética y estética van de la mano, y un antiestético acochinado en la comodidad no puede ser tomado en serio. Carlos de Inglaterra sabe que con su muerte desaparecerá el heredero más elegante del mundo, porque a nuestro Príncipe de Asturias, en verano, como a su padre, también le desafinan los zapatos. La culpa la tienen los italianos, que son muy listos, y se apoderaron durante un tiempo del mercado de los zapatos y las corbatas. El hombre español se ha vestido siempre mirando a Inglaterra, y de ahí su prestigio en la elegancia. La moda no sirve para los hombres. Lo aseguraba Cela. «Un hombre que se viste a la moda, no es un hombre». Don Juan De Borbón, que era elegantísimo de natural, llevaba una noche una camisa de seda bastante rozada en puños y cuello. Un nuevo rico le informó de ello. «Señor, el cuello y los puños de su camisa están viejos y gastados»; «es normal, llevo usando estas camisas mucho más tiempo que tu». Tiro por la culata. Para mí, que el gran mérito, junto a la paciencia dinástica de Carlos de Inglaterra es que nunca ha traicionado la grandiosa estética británica en el vestir. Las mujeres son otra cosa, más francesa. Pero el vestuario de un hombre, como las bibliotecas particulares y las teteras, están obligadas a llevar el sello del imperio. Las grandes bibliotecas inglesas tienen además, una particularidad especial. Que han sido leídas de generación en generación, y se nota.

Carlos de Inglaterra, Príncipe de Gales, tiene dos hijos. El primero, que es el heredero del heredero, se ha casado con una mujer impresionante, envidiable. Y el segundo es una caja de sorpresas. Al heredero del heredero le ha nacido en su simpático y expresivo rostro una nube de tristeza, porque empieza a intuir que también su entierro será presidido por su abuela, la Reina Isabel II. Esta mujer formidable es de hierro, y contagia la resistencia siderúrgica. Ahí está su marido, el duque de Edimburgo, que parece que se va a desintegrar de un momento a otro y aguanta como un tío todos los tostones institucionales y protocolarios. La verdad es que aún no entiendo el motivo de este artículo. Es la ventaja que tiene escribir. Me he divertido.