Francisco Marhuenda
El fin del sueño occitano
El fracaso del sueño occitano tuvo una enorme trascendencia para la Corona de Aragón. Pedro II de Aragón cayó muerto en la batalla de Muret (1213) cuando tenía alrededor de 35 años y dejaba un hijo de corta edad, el infante don Jaime, que heredaría sus estados y reinaría como Jaime I el Conquistador. La derrota hizo que Aragón perdiera su influencia en el Mediodía francés y sería fundamental para el desarrollo y consolidación del reino galo. Muret se produce un año después de la decisiva victoria cristiana en las Navas de Tolosa (1212). Desde Almanzor, el poder musulmán está en retroceso y las taifas son un fiel reflejo de esa descomposición que pone de manifiesto las profundas divisiones entre los diferentes grupos de la comunidad. Los enfrentamientos internos se produjeron antes de la llegada de Abd el Rahman I y la constitución del emirato omeya. Al tratarse de un problema irresoluble, se reprodujo con el fin del califato. Es cierto que las invasiones de los almorávides y los almohades dieron una falsa sensación de recuperación de parte del territorio, pero la realidad es que los reinos cristianos eran muy fuertes y la Reconquista era irreversible. En contra de la historiografía nacionalista, la realidad es que existía una idea común de España heredera de la Hispania Romana y del reino godo de Toledo, el primer reino independiente realmente en la Península Ibérica. No se puede incluir en esta categoría, por supuesto, a Tartessos.
La Corona de Aragón tenía unos fuertes intereses en el sur de Francia como consecuencia de los enlaces matrimoniales. La política medieval se sustentaba en una concepción dinástica que nada tiene que ver ni con el estado absolutista que surge en la época moderna ni con las ideas de patria y nación propias de la contemporánea. Estos últimos conceptos surgen en el siglo XIX. El nacionalismo ha buscado en la Edad Media una mitificación de la historia de Cataluña, que nunca existió como tal, y ha utilizado conceptos modernos para interpretar el pasado. Pedro el Católico era el hijo primogénito de Alfonso II de Aragón y de Sancha, hija de Alfonso VII de Castilla. A lo largo de su corta vida, ya que nació probablemente en 1178 y murió en 1213, combatió contra los almohades y en defensa del rey de Castilla; como señor en el Midi francés combatió en defensa de sus vasallos y en las Navas de Tolosa con los reyes de Castilla y de Navarra. La muerte le llegó en Muret al enfrentarse contra los cruzados del Papado y del rey de Francia en el marco de la lucha contra los albigenses.
Al morir su padre tenía 18 años y el testamento establecía un reparto de la herencia por la que asumía Aragón y los condados de Barcelona y otros que tenía la dinastía en el sur de Francia y en lo que hoy conocemos como Cataluña. A su hermano Alfonso le correspondieron los territorios de Provenza, Millau, Gavaudan y Rouergue. Es una época de fronteras que se movían por los avances militares y los enlaces matrimoniales. Había una distinción entre los reinos que se heredaban y los territorios que se acrecentaban sobre los que disponían libremente. Esto refleja la ausencia de una idea de «patria» como se tiene actualmente, ya que prevalecía el concepto de «dinastía». No hay que olvidar, para entender las especiales características de la Corona de Aragón, que resultó de la unión dinástica de el reino de Aragón y el condado de Barcelona, a los que se añadirían, como consecuencia de las conquistas de Jaime I, los reinos de Valencia y de Mallorca, así como posteriormente los territorios italianos. Castilla, resultado de la evolución del pequeño reino astur que se trasladará a León y posteriormente el condado castellano se independizará, tendrá una evolución distinta fruto de las sucesivas conquistas hasta la victoria final de los Reyes Católicos con la incorporación del reino nazarí de Granada (1492) y de Navarra (1512), así como de las Islas Canarias. El peso demográfico castellano será muy superior al aragonés, algo que era decisivo para el crecimiento y desarrollo de un reino.
Pedro II el Católico desarrolló una enorme actividad durante los años en que fue rey, entre 1196 a 1213, así como una actitud viajera en sus dominios. Entre sus prioridades estuvo emprender una política de recuperación económica y de protección monetaria para hacer frente a la crisis que sufría la Corona. En 1204 se casó con María, señora de Montpellier, hija de Guillén, VIII señor de Monpellier, y de la princesa Eudoxia Comneno, hija de Manuel, emperador del Imperio Romano de Oriente. Su mujer había contraído dos matrimonios anteriores pero era un enlace muy interesante al aportar el señorío a las posesiones de Aragón, aunque fue un enlace desdichado. La expansión de los albigenses por las tierras provenzales provocó una cruzada papal que respondió tanto a los intereses franceses como a motivos religiosos para hacer frente a la herejía. Pedro II tenía que defender a sus súbditos, pero se dirimía sobre todo el control de esa parte importante de la Corona de Aragón y lo que se ha conocido como el sueño occitano que hubiera permitido dominar el sur francés. Fue un hombre impulsivo e imprevisor, caballeresco, galante y pródigo, así como bravo en el campo de batalla.
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