César Lumbreras

El gran moroso

Si alguien me llega a decir hace tan sólo un día que iba a escribir una columna en la que defendería a Cristóbal Montoro, le hubiese tildado de loco, iluminado o torpe, por utilizar los calificativos suaves, ya que, de haber empleado otros, me sería de aplicación el Código Penal. Pero, hete aquí, que, como dice el refrán, los tiempos cambian que es una barbaridad. Y todo ha sido en menos de veinte horas. Porque este artículo iba a tener por objeto poner de manifiesto que el «Gran Moroso» en España es justamente el que debería dar ejemplo, es decir, el Ministerio de Hacienda, personalizado en Cristóbal Montoro, acompañado por los consejeros de las comunidades autónomas. ¡Cuántas empresas, especialmente pequeñas y medianas, han tenido que echar el cierre ya porque las diferentes administraciones no han pagado las facturas presentadas a cobro por los servicios prestados! El problema es que esta situación no se ha solucionado y todavía van a ser unas cuantas las empresas y autónomos que cierren por el mismo motivo. Además, los procedimientos que impone el «Gran Moroso» vuelven al afectado loco y le obligan a dar más vueltas que una peonza, en muchos casos «pa, ná». De todo eso iba a escribir, recreándome además en que, cuando da una noticia sobre la subida de impuestos, el «Gran Moroso» lo hace riéndose y como diciendo «fastidiaros todos». Pero, en esto, llegó Artur Mas y presentó al cobro su factura: ¡en total 9.375,7 millones de euros! Y ahí estoy, cambiando el discurso y pidiendo a Montoro que no se le ocurra pagar. Primero, negociar; después, más negociación; a continuación que diga que hay otras deudas anteriores y ya iremos viendo. ¡«Gran Moroso»: resiste!