Historia

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El hombre sin atributos

La Razón
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En «La montaña mágica» Thomas Mann recopila las fútiles vidas en un sanatorio de Davos de ociosos tratándose dolencias imaginarias entre enamoriscamientos y relaciones vanas, ajenos a que tras las cumbres comienzan a rugir los cañones de agosto y el Apocalipsis de la Gran Guerra. La vacuidad como existencia. En «El hombre sin atributos» (nada de sexualidad anatómica, por favor), Robert Musil recrea el sueño postrero austrohúngaro en la figura del matemático Ulrich, quien, careciendo de atributos, de cualidades, es nada y, siéndolo, cree ser ungido de Dios. Ambas son monumentos literarios del siglo XX y un retrato adelantado del activismo nihilista hoy renacido en Europa. Arturo (en su acta natal) Mas es otro hombre sin atributos que vacaciona en un pueblo soriano regido por castellanos del PP. Acción sin pensamiento ni criterio, Artur Mas es otro Ulrich que nada ha aportado a la humanidad, a Europa, a España o Cataluña excepto la confusión del vacío, el frío intelectual del cero absoluto, el páramo yerto de la ausencia de atmósfera, la división social, la mentira dogmática y la reescritura ucrónica de la Historia. La ucronía es la narración del tiempo que nunca existió y ha dado pie a un género literario tan inútil como consumido y a especulaciones sobre si Hitler no hubiera perdido su guerra o si los bolcheviques fracasaran en el 17. La galaxia de Podemos está escribiendo lo que hubiera pasado si el Frente Popular hubiera ganado la Guerra Civil, y el hombre inhabilitado lo que habría sido de Cataluña de haber logrado su golpe de Estado contra la República. Ni como profesional de la Economía, ni como gestor, ni como polluelo de Pujol ha dejado Mas huella de sus atributos resumidos en una sonrisa gélida, una barbilla voluntariosa y una falsa altivez de «condottieri». Ni un proyecto ni una idea ni una frase que sirvan a los catalanes para algo más tangible que una febrícula romántica y sentimental. Presidiendo el hundimiento de un partido burgués sentado en la corrupción, ha estado vendiendo la redentora revolución secesionista de una república de ladrones con ademanes racistas y xenófobos. Mucho antes que por el Constitucional, Mas había quedado inhabilitado por sus actos y su falta de atributos para liderar una pedanía. Musil no acabó su novela, pero el final de esta entrega secesionista todos la sabemos y está escrita.