Martín Prieto
El macho ruso
Que una chica desnude sus senos ante la imagen de Trump en el Museo de Cera no da para reprenderla pero resulta indicativo de la banalidad en la que pueden caer algunas feministas, y en especial las Femme, nacidas del desorden ideológico ucraniano. Se quedaron en la mitad las mujeres llamadas a concentrarse entre el Capitolio y el Obelisco para deslegitimar a un presidente que, a la postre, no pasa de tener maneras de rufián en su trato con las damas, «lobby» peligroso en Estados Unidos. Trump es un gamberro de género al lado de Vladimir Putin, el más macho de los machos, que exhibe a caballo su torso musculado policial. En la Federación rusa se producen unos 14.000 feminicidios anuales, cifra aproximativa porque en 2008 dejaron de facilitar esta estadística. Al menos el macho Alfa del Planeta ha sido clemente con la homosexualidad prohibiéndoles solo publicitar su inclinación y dejándolos tranquilos mientras se mantengan dentro del armario. Empero, lo que comienza a legislar la Duma sobre el maltrato a las mujeres escandaliza hasta a los misóginos. Con solo un voto en contra y una abstención el Parlamento ruso ha puesto en marcha una ley que considera falta administrativa apalizar una fémina. Y la agredida habrá de demostrar que lo fue porque la Justicia no actuará de oficio. Es más: es eximente total si solo apaleas a una chica una vez al año. Lo fatídico es que es asumible que una rusa tenga 2,5% más de posibilidades de ser asesinada por un hombre que una estadounidense, y 5% más de serlo que una ciudadana de la Unión Europea. No es la vodka, es la mala leche del patriarcado eslavo, y la pasividad feminista ante las embajadas rusas. La ideología de género, a más de ser un producto intelectual de IKEA, está convirtiendo en machistas hasta a los románticos, y leyendo torcida «La sagrada familia» de Engels pretende sustituir la lucha de clases por la de sexos. Los logros del feminismo de equidad de finales del XIX y el XX buscaron la alianza con los hombres, y la obtuvieron; hoy el feminismo radical y la consideración del género como producto social y no biológico conducen a suponer aquello de que «las chicas son unos chicos muy raros» y que en dos potencias las mujeres reciban trato de fulanas o de carne de cañón. El feminismo radical se estará equivocando en algo.
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