Alfonso Merlos
El maletilla
Él define qué debe ser «el interés general». Él define quiénes constituyen «la mayoría social». Él define cuáles son las demandas de «la calle». Porque sólo él tiene el conocimiento auténtico de las verdaderas sensaciones y necesidades y aspiraciones de los españoles. Los demás políticos estorban, lastran, oprimen, y por consiguiente no merecen ni agua. En efecto. Así empieza el discurso de los movimientos con neta vocación totalitaria.
Y ése es exactamente el estilo que ha gastado Iglesias. Ha saltado a la plaza pública como un maletilla, como ese joven que aspira a abrirse camino interviniendo en tientas, capeas o becerradas. Lo importante es estar. ¡Claro que sí! Pero más decisivo aún es dispararle a todo lo que se mueve presentando la imagen irreal de una España arruinada por sus cuatro costados, corrompida por todos sus puntos cardinales, al borde de la desesperación, castigada por el caos. ¡Cuánta aberración en tan poco tiempo!
Es su gran mentira, su gran desmesura, su gran argumento. Así se han pronunciado históricamente los profetas del apocalipsis, los falsos redentores, los comecocos. Es una lástima que con tanto entusiasmo sean tan amplias las capas de la población que asisten embelesadas, hipnotizadas, drogadas, a este festival de la demagogia, a este ejercicio radical del populismo de la más baja estofa.
Pero es importante que esas masas conozcan a lo que se atienen. No ocurrirá, pero si Podemos aglutina grandes cuotas de poder después de contar las papeletas de las próximas citas con las urnas, las colas en los bancos superarán con creces a las de los colegios electorales. La inversión se esfumará. Los depósitos se retirarán. El consumo se retraerá. Todo lo que está en marcha se detendrá en semanas. En el pecado llevaremos la penitencia.
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