Manuel Coma

El mito ruso en Ucrania

No es el menor de los éxitos de Putin el haber convertido a los medios y hasta a los políticos occidentales en difusores de la idea de que el este de Ucrania es ruso y prorruso. No diré que nada más lejos de la verdad, pero sí considerablemente lejos. Estuviera o no en sus cálculos, ha ganado esa baza generando allí actualidad y atrayendo todas las miradas.

Lo cierto es que en ninguna parte se da el desglose de población de Crimea, donde el 58% se consideran rusos étnicos. En toda Ucrania, con los dos millones de crimeos incluidos, sólo el 17% por ciento se inscribieron en el censo del 2001, última fuente completa y fiable, como «rusos de nacionalidad», es decir, sintiéndose étnicamente rusos, lo que no supone necesariamente deseo de ser anexionados o deslealtad hacia el país del que son ciudadanos. Si nos circunscribimos al este y al sur, las regiones más rusas, en todo el conjunto la proporción de los que se identifican como rusos no llega al 30%. Sólo en cuatro hay minorías significativas, 39% en Luganks, 38% en Donetsk –donde se han producido las ocupaciones de edificios oficiales en la capital y en otras 10 ciudades más pequeñas– y 26% y 25%, en otras dos, al norte y al sur. En la ciudad de Odesa, la más importante del mar Negro, sí son mayoría. En el este, los que tienen el ruso como su primer idioma suman el 51%. Los que lo hablan como idioma preferente son el 80%. Las tres categorías se solapan, pero no son lo mismo. Con seguridad la «ucranización» ha avanzado desde el 2001. En todo caso, los que quisieran reintegrarse a Rusia, según recientes encuestas, son minoritarios, probablemente hasta en los que se identifican como rusos. Lo que domina claramente es el apolitismo y el deseo de no tener problemas. Desde su independencia, hace casi un cuarto de siglo, ha habido algunas tensiones entre las zonas más rusas y Kiev, pero no separatismo. El personaje que Putin ha puesto a la cabeza de Crimea era el jefe del único partido separatista local y obtuvo un 4,5% de los votos en el 2012. La zona ha recibido mal la destitución de Yanukovich y al Gobierno provisional, pero su problema a la hora de convocar un referéndum anexionista es que saben que sin las bayonetas rusas lo perderán.