Cristina López Schlichting
El niño de las manos de aleta
Cuando Rafa y Toñi recibieron la noticia, las palabras del médico resonaron como un mazazo en sus corazones. Que el niño venía sin manos, o que las tenía al revés, o vete tú a saber... porque ni se las veían en la ecografía. Lo esperaron, sin embargo, como habían esperado a los otros o habían anhelado el amor que les une. Y nació con hidrocefalia y una malformación congénita... no llegaría a los siete años, les dijeron. Amorosa y dulcemente se decidieron a acompañarlo y a peregrinar con él por los quirófanos, en un calvario largo. Y en mitad de los espasmos, las extremidades confusas y decenas de operaciones, se reveló que Adrián traía un diamante por dentro. Una voz extraordinaria y una capacidad musical abrumadora. El mundo lo supo cuando un vídeo casero, grabado por su hermana Sonia, lo desveló cantando «Qué bonito», de Rosario. Un chorro de voz y mil emociones, todo en un cuerpo dolorido y pequeño como el de Pulgarcito. Ahora tiene once años y Sony acaba de publicar su primer disco, «Lleno de vida», y los grandes artistas españoles han hecho cola para cantar con él: Rosario Flores, Pablo López, India Martínez, Niña Pastori, José Luis Perales... Adrián confiesa que lo que más le gustó fue cantar «Malena» con José Mercé. Y lo más divertido, grabar con Pitingo, «porque me bailó, me cantó y hasta me hizo el zapateado». El niño toca la caja como los ángeles y te abraza fuerte, muy, muy fuerte, con fuerzas propias de una estructura muscular distinta, pero de una manera abrasadoramente sincera. Porque es un gran artista, y los artistas se sabe que sienten más que los otros. Se lo está pasando pipa por los estudios y los escenarios –no por eso deja de ir al cole– y resulta evidente que, a juzgar por sus carcajadas, su capacidad de disfrutar, cantar, tocar con esas manos como aletas mágicas que se le han dado es, como dicen sus padres, «el niño más feliz del mundo». Hay que tener cuidado con Adrián. Porque la admiración que suscita, unida a su carácter fuerte y alegre, tremendamente popular, puede traspapelar su infancia, como ha ocurrido con muchos pequeños grandes genios. Pero nadie, nadie les habló a sus padres de este peligro. Lo único que les dijeron era que no merecía la pena que naciese. Y, después, que no debían operarlo, porque tanto sufrimiento no conducía a parte alguna. Yo les aconsejo que compren el disco. Se llama «Adrián, lleno de vida» y lo van a pasar maravillosamente con «Qué bonito», «Que canten los niños» o «Color esperanza». Van a flipar, casi tanto como Rafa y Toñi cuando descubrieron que el despreciado, el pequeño y enfermo, es un genio que los va a sacar de pobres. Es lo que tiene abrir la puerta a los ángeles.
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