Ejército del Aire
El pato patagónico
Desde San Martín, guerrero clemente, coronel de la caballería española en Bailén, opuesto a las tesis del cruel Simón Bolívar, las Fuerzas Armadas argentinas se hicieron acreedoras al chusco apelativo de pato patagónico: una pisada, una cagada, otra pisada, otra cagada... Ejército por conscripción hasta restauración de la democracia, el servicio se conocía por COLIMBA (Corre, limpia y barre) bajo la consigna de que todo lo que permanece quieto se pinta, aunque sea un general, y todo lo que se mueve se saluda, aunque sea un burro. Los indisciplinados eran estaqueados en aspa sobre el suelo hasta que se cansara el mando. El general Benjamín Menéndez se rindió a los ingleses en Puerto Argentino mientras contemplaba un mundial de fútbol por televisión. Las atrocidades contra la insurgencia durante el Proceso de Reorganización Nacional son conocidas y se debieron a la ignorancia del oficio doblada en desorden y mesianismo elitista. Bajo la Presidencia de Galtieri, alcohólico creído reencarnación de Patton, el almirante Anaya diseñó e impulsó la ocupación de Malvinas e islas del Atlántico Sur, en el supuesto de que el Reino Unido se limitaría a protestar dada la distancia logística del teatro de operaciones. Comprobando la singladura de la «Task Force» ordenó anclar la Flota en sus apostaderos y regresar a la base al vetusto crucero «General Belgrano», fuera de la zona de exclusión. La diplomacia a varias bandas del general Haig, secretario de Estado en Washington, tenía a su alcance la solución de las tres banderas (inglesa, argentina y de Naciones Unidas) y la señora Thatcher arruinó el acuerdo ordenando hundir al «Belgrano». La primera ministra tenía ominosa razón: «Si les hundimos un buque, se los hundimos todos», como así fue. Se distinguió la aviación que solo condecoró a sus muertos. El sumergible ARA San Juan, de 30 años, con la primera sudamericana como segundo comandante y única mujer a bordo, hacía prácticas aplazables en las turbulentas aguas australes en la peor estación del año y pretendían refaccionarlo para otros 30. La Armada ocultó un aviso europeo de explosión en la zona y el último comunicado del capitán sobre la avería en el tren de baterías, con harto desprecio a las familias y la solidaridad naval internacional. La Armada ha vuelto a ser el pato del apodo.
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