Julián Cabrera
El quinto jinete
Un portazo en las narices a la oportunidad de crecimiento económico tal vez única en décadas que, con cierta complicidad de los grandes socios europeos, se le brinda aún a España. Primer jinete. Un desafío independentista desde Cataluña como amenaza en toda regla a la integridad territorial de la nación, alentado por un Estado más débil con un Parlamento fraccionado –llámenlo «plural»– y un Gobierno en funciones atado de pies y manos. Segundo jinete. Una amenaza real a nuestra seguridad pasados ya 12 años del 11-M con un terrorismo yihadista que sigue mostrando sus cartas credenciales en Europa, en cada aeropuerto, en cada estación, paseo marítimo o ahí donde haya suficientes objetivos como para disparar «al bulto». Tercer jinete. Una acomodación de métodos políticos alimentados por ocurrencias de peronismo a la europea que hasta situarían a Hugo Chávez a la altura de Olof Palme y que llevamos viendo y sufriendo en no pocos ayuntamientos desde la llegada de los «gobiernos del cambio». Cuarto jinete del Apocalipsis hispano. Un quinto podríamos someterlo al albedrío demoscópico del sufrido ciudadano en una encuesta tipo CIS y pueden apostar a que de un elenco entre media docena la plaga seleccionada apuntaría a lo que ya puede estar mostrándose como la generación de nuevos políticos más fallida desde la recuperación de la democracia en España hace casi cuatro décadas. Lo que se perfilaba como una bocanada de aire fresco frente a los modos y actores políticos de siempre a los que les iba llegando el momento de «rebajarles michelines» o lo que irrumpía a través de jóvenes, atractivos, transparentes y sobradamente preparados nuevos líderes cuestionando el bipartidismo y sus meandros de corrupción resulta que, en este punto en el que nos encontramos, lo que aportan como gran aval es el mensaje de que por segunda vez consecutiva no les gusta lo que hemos votado los ciudadanos. ¡Vaya por Dios!
Sin descartarse en el periodo de once meses que media entre el pasado diciembre y el próximo noviembre una tercera convocatoria electoral que proporcionaría carcajadas desde Pernambuco hasta Macao, da la sensación de que son quienes deben ponerse a la tarea de facilitar un gobierno para el país de una vez por todas los mismos que le estarían diciendo al votante que se ha equivocado, que no se aclara, que tiene que volver a la cita con las urnas para expresarse en el sentido idóneo y no como hasta ahora. Me apuntaba un veterano europarlamentario, socialista para más señas, que en la UE comienza a contemplarse el caso español como un autobús que, justo cuando ha subido el puerto sorteando las peores curvas, corre el riesgo de enfilar la bajada desbocado y sin frenos. Evitarlo será la auténtica prueba del algodón para quienes afrontan su gran encrucijada. O asumen un ejercicio de generosidad acorde con lo que prometía y atisbaba su irrupción en la política, o se confirman como los «anticristos» de la misma. Si tienen que inmolarse junto a sus intereses de partido con tal de no suicidar al país, ya están tardando.
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