Elecciones generales
El resistente Sánchez, el más listo
Nunca hay que menospreciar a un rival. Es un error habitual, pero que por regla general tiene unas consecuencias devastadoras para quien lo comete. Pedro Sánchez ha hecho una carrera política brillante, al margen de cualquier consideración ideológica, sustentada en que sus adversarios, internos y externos, no han sabido valorar al personaje y han creído que era manejable, inconsistente y un candidato al fracaso. Al final del camino, aunque atropellado, se ha convertido en el inquilino de la Moncloa y es bastante probable que consiga que el PSOE sea el primer partido el 28 de abril. No sé si podrá o no gobernar, pero tiene partido por delante y no va, precisamente, en el pelotón de cola sino todo lo contrario. Los barones del PSOE creían que habían elegido un capataz para que cuidara la “finca” mientras Susana Díaz se decidía a dar el salto a Madrid. Y es cierto que con su apoyo derrotó a Eduardo Madina. Como no era el chico guapo obediente que esperaban optaron por darle un golpe de Estado y lo defenestraron de Ferraz.
Con alguien que no fuera Pedro Sánchez hubiera sido el fin y ese momento amargo hubiera durado hasta el final de sus días. Era previsible que abandonara la política, pero tras la traición de algunos amigos dio la batalla con unos pocos fieles, muy pocos por cierto. Y Sánchez se reinventó y se volvió mucho más duro y desconfiado. No entro en el fondo de la traición, porque los acontecimientos nunca son en blanco o negro y mucho menos un mal argumento de esas películas de serie B donde los malos son muy malos y los buenos son muy buenos.
Sus adversarios cometieron el error de infravalorarlo y permitieron que de esa reinvención surgiera el Sánchez ético, traicionado por el aparato socialista y sacrificado en la pira de la ambición de Susana. No hay nada más eficaz que el victimismo cuando se puede vender un relato y Sánchez era la víctima política por antonomasia. Los militantes hablaron y derrotaron a Susana y la alianza de las viejas glorias del socialismo. No era diputado, porque tuvo la inteligencia, que por cierto no compartí, de renunciar al escaño porque no quería que el PSOE permitiera el gobierno de Rajoy. Y acertó. Nadie auguraba que esa tenacidad le diera frutos mientras gobernaba su rival, que tampoco tenía una gran opinión del líder socialista, e incluso le apoyó en la aplicación del 155. Todos pensaban que sería un paréntesis en la historia del PSOE, pero los acontecimientos le han dado la razón. Susana Díaz pasó a la oposición y cuando pueda la enviará a su casa.
Pablo Iglesias tampoco le valoraba y se vio obligado a apoyar la moción de censura. Podemos está ahora inmerso en una crisis interna de consecuencias imprevisibles, aunque malas en cualquier caso, y su rival no para de crecer a su costa. Rajoy es un jubilado político y sufrió la amargura de salir de La Moncloa por la puerta de servicio cuando acababa de conseguir que le aprobaran los Presupuestos. No tuve ninguna duda de que Sánchez salía ganando consiguiendo la presidencia y que agotaría la legislatura, aunque acerté en lo primero me equivoque en lo segundo pero con matices. Estaba esperando la oportunidad para disolver, por eso anuncie en esta columna que sería en abril y en otra avance que el 28. Ha disuelto cuando más le convenía y además con una técnica brillante para sus intereses porque lo ha hecho en diferido, ya que se ha dado unos días para convertir La Moncloa, el gobierno, las Cortes Generales y el BOE en su aparato de propaganda preelectoral. Lo que nadie nunca había hecho. Hay que reconocer que es brillante y que confirma mi idea de que a Sánchez le gusta estar donde no se le espera.
Los 84 diputados son irrelevantes, porque tiene la presidencia del Gobierno y sus ministros, aunque algunos sean de tercera división, son muy útiles como maquinaria electoral. Y la campaña ha comenzado. Hasta Tezanos cumplió su papel a la hora de sembrar el caos y la confusión con las encuestas del CIS. Ahora se trata de minimizar sus polémicas relaciones con el independentismo catalán, insistir en que hay que buscar una salida política dentro de la Constitución (lo que es un sinsentido para cualquier jurista), fortalecer la agenda social con un alud de iniciativas sin importar si se consigue aprobarlas o no y disparar el gasto público para conseguir votos. Por supuesto, los destinados a seguir perdiendo votos son los ingenuos de Podemos, que iban con el lirio en la mano, y para ello tiene el voto útil frente al monstruo imaginario de las tres derechas o el trio de Colón. Por tanto, el menospreciado Sánchez es el más listo de la clase. Y ahora recuerdo un poema que me permito la licencia de adaptarlo sin el talento que adornó al genial Góngora:
“Andeme yo caliente y ríanse las derechas,
las viejas glorias socialistas y los sumisos barones
y los podemitas.
Traten otros de conseguir el Gobierno
mientras gobierno España y
me reúno con los líderes internacionales
y por las mañanas desayuno
en La Moncloa
y ríanse todos ellos mientras convoco elecciones,
depuro a los díscolos y desleales
e ignoro a los listillos me critican
porque quien controla el BOE
se llama Pedro Sánchez ”.
Y a todos me permito recomendarles que lean su “Manual de resistencia” porque así lo conocerán y desde luego aprenderán a no menospreciarlo.
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