Francisco Marhuenda
El reto andaluz
Dentro de una semana, los andaluces están llamados a las urnas y todos estaremos muy pendientes del resultado, porque éste tendrá una influencia decisiva en clave nacional. Las europeas son siempre singulares porque es una única circunscripción y los votantes les dan poca importancia, por lo que este es un buen momento para ejercer el voto de castigo o ignorar el voto útil. Esto es un error, porque la Unión Europea tiene una enorme trascendencia. Por ello, el resultado de hace unos meses fue tan interesante como importante, a pesar de la indiferencia y el menosprecio de Pedro Arriola, el «gran chamán» del PP, pero es fundamental ver qué sucede en las andaluzas. Me gustaría que las urnas se llenaran de votos y que se buscara lo mejor para que Andalucía abandone esa histórica postración y se convierta en uno de los motores económicos de España. Desde la Antigüedad fue un núcleo económico de primera magnitud que atrajo el interés de fenicios, griegos, cartagineses, romanos, godos, bizantinos, musulmanes... Esto llegó al extremo de existir planteamientos disparatados de separarla de la Monarquía Hispánica, como sucedió desgraciadamente con la traición de las élites en Portugal, encabezadas por la casa ducal de Braganza, y en Cataluña en 1640, aunque afortunadamente en este caso fue un fracaso.
La riqueza y el dinamismo de Andalucía fueron enormes. La relación con los virreinatos españoles en el Nuevo Mundo, la belleza de las construcciones, sus aportaciones culturales en todos los terrenos y una larga lista de éxitos que se vieron ensombrecidos en la etapa contemporánea por esa postración endémica y por una serie de problemas estructurales que su constitución como autonomía no ha sido capaz de resolver. Es cierto que la izquierda utiliza siempre la historia de forma sesgada para justificar el retraso en lugar de impulsar las reformas que se necesitan para que ocupe el papel que históricamente le corresponde. La historia es el pasado, que nos tiene que servir siempre de referencia y nos permite entender la realidad actual, pero ni puede ni debe ser la excusa permanente para organizar una sociedad sustentada en el clientelismo, la ineficacia económica y el desdén reformista. Las excusas del pasado no sirven en el presente, porque desde hace muchas décadas el resto de España se ha volcado en Andalucía. Al ser una región deficitaria y con indudables problemas estructurales, se han destinado inversiones multimillonarias. No hay que olvidar, además, la especial sensibilidad que ha existido, así como el peso andaluz en la política española.
Una parte muy importante de los problemas que aquejan a Andalucía es responsabilidad de sus políticos, porque no han sabido actuar con eficacia. El despilfarro sistemático de los recursos públicos ha sido y es un escándalo. No hay que olvidar que esa voluntad por impulsar la transformación de la región se ha concretado en importantes inversiones del Estado en los últimos cuarenta años. Los esfuerzos en las infraestructuras no han dado los resultados que serían exigibles. Un ejemplo de ese esfuerzo es que el primer tramo del AVE se construyó, precisamente, para unir Sevilla con Madrid cuando otras rutas eran más rentables y lógicas. No importa, pero es bueno señalarlo para acabar con ese victimismo indeseable que ha creado el Estado de las Autonomías, por el que España tiene una deuda histórica con todas. Un enorme disparate.
Los andaluces deberían apostar por una nueva Andalucía que tenga dinamismo y vocación de progreso y que entronque con el glorioso pasado que la caracterizó durante siglos. El Gobierno autonómico, que debe erradicar cualquier atisbo de corrupción, como ha sucedido con los escándalos de los ERE y los cursos de formación, debe ponerse a trabajar para abandonar el victimismo y convertir su región en uno de los motores económicos de España.
La izquierda ha sido hegemónica en Andalucía desde la Transición, aunque en las pasadas elecciones el primer partido fue el PP, que actualmente gobierna la mayor parte de municipios y diputaciones. La unión de los perdedores impidió que pudiera asumir el gobierno de la Junta de Andalucía. Fue una oportunidad perdida, porque el cambio era necesario. El reto ahora es que salga de las urnas un gobierno estable con una mayoría en el Parlamento que permita impulsar las reformas que se necesitan y aproveche al servicio de sus ciudadanos todas las potencialidades que tiene la región.
En clave nacional es muy importante ver qué sucede con los partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos, porque tendremos unos datos objetivos que permitirán intuir qué puede suceder en las municipales y en las generales. El PP y el PSOE se juegan mucho, ya que necesitan un buen resultado para afrontar los difíciles retos que vienen después. La formación de un gobierno donde participaran los neocomunistas de Podemos sería un gran desastre.
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