Joaquín Marco

El socialismo gira a la derecha

Los partidos políticos no son entidades tan uniformes y cerradas como sus dirigentes desearían. Hay en ellas decantaciones ideológicas de diverso signo, representadas por grupos o capillas. Ello es más evidente cuando, ya gobierno, intentan aglutinar a representantes de sus diversos matices. Lo acabamos de ver en las elecciones francesas, tras la derrota socialista en los comicios municipales. La izquierda ha perdido 152 municipios de más de 10.000 habitantes y la derecha ha ganado 142. El Frente Nacional ha conseguido once ciudades de más de 7.000 habitantes. La abstención ha sido histórica y ha perjudicado gravemente a los socialistas. Pero éstos han triunfado en Paris y en esta ocasión de la mano de Anne Hidalgo, cuyos padres eran emigrantes de San Fernando (Cádiz). Los hijos de españoles que han destacado son el fruto de una adecuada integración y, a la vez, de una sociedad abierta. El tambaleante e impopular Jean-François Copé se ha afianzado, por el contrario, al frente de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), pese a tener dificultades por un supuesto desvío de fondos internos en beneficio de las empresas de amigos. Con ello ha logrado romper el cerco de los enemigos internos, el más destacado el exprimer ministro François Fillon. No es que Copé goce de las simpatías generalizadas de los franceses, sino que ha resultado beneficiado por el descalabro de los socialistas y el descrédito popular del presidente François Hollande, quien inmediatamente reconoció «haber recibido personalmente el mensaje en las urnas» y, a la vez, aludió a su principal frente: «No olvido a las personas que se sienten abandonadas». Y prometió, tras la dimisión inmediata de su hombre de confianza, Jean Marc Ayrault, una aceleración en las reformas: un gobierno de combate y una reducción de impuestos. El nombramiento del Ministro del Interior Manuel Valls, de origen barcelonés, no causó sorpresa, dada su popularidad. En dicha ciudad viven todavía su hermana y su madre, de origen suizo del cantón italiano. El nuevo primer ministro, hijo de un reconocido pintor afincado en Francia, ha mostrado siempre su inclinación hacia la derecha. Ello nos lleva a pensar qué está ocurriendo en la socialdemocracia europea. Ha pactado en Alemania con Angela Merkel. El peso de las circunstancias económicas les lleva, cuando gobiernan, a políticas que escapan de sus programas. Valls, de acuerdo con Hollande, se propone relanzar la economía con el llamado pacto de responsabilidad que significaría reducir las cotizaciones a las empresas, a cambio de crear empleo, y el gasto público en unos 50.000 millones de euros más. La llegada de Valls al primer puesto del Gobierno no ha estado exento de algunos sacrificios. Los dos socios ecologistas han abandonado el gobierno al considerarse incompatibles: Cecil Duflot (Vivienda) y Pascal Canfin (Desarrollo) y al mismo tiempo el Partido Europa-Ecología Los Verdes decidió no incorporarse al nuevo gobierno. El Frente de Izquierdas se ha mostrado contrariado también por esta designación (El secretario general del PCF ha declarado que «el Presidente de la República sólo oye por la oreja derecha») y ha convocado ya una manifestación para el 12 de abril contra el nuevo Gobierno. Jean-Luc Mélenchon declaró que «Hollande no ha comprendido absolutamente nada». Por otra parte, el presidente del Eurogrupo le ha recordado a Francia que «debe mantener los objetivos presupuestarios y trabajar en las reformas". Hollande así lo viene haciendo y éste es el principal motivo de un descalabro que lleva camino de alejar los extremos del partido socialista que intenta poner toda la carne en el asador. Cabe suponer, por consiguiente, que las dificultades de los partidos socialdemócratas europeos se acrecientan con la política restrictiva de la derecha imperante en gran parte del Continente, con efectos diversos. El déficit francés acabó el año en un 4,3% del PIB, pero el crecimiento fue del 0,3% y el paro alcanzó el 11%. Este último dato ha sido, tal vez, uno de los factores determinantes de la pérdida de tantos municipios.

El Presidente del Senado Jean-Pierre Bel se inclina por el hecho de que el Gobierno no ha sabido explicar adecuadamente los sacrificios que se les han impuesto a los ciudadanos. Propone un «pacto social que permitirá sentir a los franceses, sobre todo a los que están en situación difícil, que también nos preocupamos por ellos. Ocuparse de las empresas es ocuparse de los franceses, pero hay que explicarlo mejor. Hay que ser coherente y tener una política de hoy, no del siglo pasado». Valls, aquel niño que nació en el barrio barcelonés de Horta y que optó por nacionalizarse francés, porque siempre vivió y estudió en Francia, que habla catalán, además de italiano, lo tiene muy difícil. Valora lo que ha hecho su antecesor y desea, como Hollande, un mayor peso de Francia en el conjunto europeo y asegura que Hollande «ha trazado una hoja de ruta para ir más lejos y más rápido en la respuesta a la petición de justicia social». El Presidente pide más tiempo y paciencia a sus conciudadanos. Al fin y al cabo no se han modificado ni los salarios ni las pensiones. Pero la presión alemana se deja sentir. Alemania no parece dispuesta a concederle a Francia un mayor respiro. Valls, según se dice, es audaz y fue quien propuso eliminar el calificativo socialista de su partido. Por otra parte, su ambición de poder podría llevarle a medio plazo a algún tipo de enfrentamiento con el propio Presidente. Las elecciones municipales han supuesto un grave revolcón en la política francesa. El orgullo nacional francés no admite recomendaciones. Sin embargo, el nuevo Gobierno deberá enfrentarse a recortes hasta obtener el beneplácito de Bruselas y Berlín. Sin una mayor competitividad y un mayor crecimiento la economía francesa, la clave del asunto, va a tener que combatir en varios frentes. Pero nuestro vecino sigue siendo la segunda potencia de la Unión.