Pedro Alberto Cruz Sánchez
El triunfo de la pintura
Desde principios del siglo XX, los decretos de muerte de la pintura han sido numerosos. Debido a que la pintura ha sido desde el Renacimiento la «favorita» del sistema y de que, por esto mismo, la suya era una naturaleza hipostasiada a la del arte como concepto general, su asesinato se convirtió en una de las principales tareas de las oleadas revolucionarias. En los 70, la mentalidad anti-pintura fue más allá de un simple manifiesto o declaración de principios: el furor por el conceptual hizo que fueran pocos los autores que quisieran «mancharse las manos», de manera que lo pictórico quedó no sólo transformado en una práctica residual, sino también excluido de los grandes eventos e instituciones del arte.
Pese a ello, y con independencia de clamorosos «retornos» anunciados con fanfarrias, la pintura ha hecho de su debilidad una virtud. En los últimos años, las experiencias críticas de cierta ambición que se ha alumbrado desde su desdibujado territorio supera al de cualquier otra disciplina. Por sorprendente que parezca, el lenguaje maldito, acusado de un conservadurismo irredento y de una complicidad descarada con los poderes políticos y económicos, constituye en la actualidad un sorprendente hervidero de renovación y discursos irreverentes. Todo es posible en la pintura. Sobre los escombros del «gran arte», los actuales pintores han generado un registro de posibilidades infinitas y han proporcionado a la pintura el honor de ser el lenguaje más flexible, libre e imprevisible de cuantos concurren en el panorama contemporáneo.
A diferencia de otros momentos de la historia reciente, la actual pintura ya no constituye el empeño de unos pocos comisarios anacrónicos o el efímero furor despertado por un grupo muy localizado de artistas. Más que nunca, la práctica de la pintura se halla diseminada y ha calado en todos los estratos y regiones del complejo universo del arte. Las grandes ferias y bienales vuelven a brindar a la pintura sus mejores espacios, las galerías globales cuentan entre sus nóminas de artistas «top» a un número mayoritario de pintores, las principales editoriales publican estudios de repercusión internacional sobre esta vieja disciplina. La pintura es el arte del futuro. Quién lo iba a decir cuando sólo los «zombis» nostálgicos de otra vida menos putrefacta hablaban y debatían sobre la realidad de la pintura. Y, para muestra, un botón: a título particular, la propuesta artística española actual más interesante y emocionante me parece la de Ángela de la Cruz: mujer y pintora que ha hecho de la destrucción del marco y del bastidor una de las estrategias expresivas más fascinantes de las últimas décadas. Un lujo.
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